Intervención de Claudio Calabrán Muñoz en el Congreso Nacional Estudiantil del Frente Amplio (2025)

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Compañeras, compañeres y compañeros, autoridades partidarias, dirigencias estudiantiles y delegades regionales:

Es un honor dirigirme a ustedes, este sábado 26 de abril de 2025, compañeres delegades regionales de nuestro primer Congreso Nacional Estudiantil “Somos fuerza y esperanza”. Sin dudas hoy es un momento histórico para el desarrollo de nuestro partido. Este fue durante mucho tiempo un sueño para tantas y tantos. Vemos materializado hoy uno de los principales objetivos de nuestra directiva, el cual era generar un plan político de lucha estudiantil que fuera producto de un proceso multietapa, democrático y participativo. Hoy tenemos reunidos a compañeres de 7 regiones del país. Esto nos plantea el desafío de llegar con representantes de las 16 regiones para cuando ocurra nuestro segundo Congreso Nacional Estudiantil.

Nos reunimos en un momento donde se expresa la encrucijada de nuestro tiempo. Porque cuando les estudiantes nos organizamos, el país tiembla. Cuando nos unimos por la voz, las injusticias retroceden. Y cuando unimos nuestros esfuerzos y nuestras manos, el futuro pasa de ser una promesa lejana para convertirse en una realidad que construimos hoy, con cada acto, con cada paso firme hacia adelante, pero también con cada duda que se posa sobre nuestras convicciones, con cada crítica situada, con cada lucha. Pero cuando no nos organizamos, cuando no unimos nuestras voces y voluntades, crece el adversario y su afán acumulador de riqueza para sí y distribuidor de miserias para todos.

La memoria como brújula

Hay una doble razón que se esconde detrás del nombre de nuestro Congreso. Hace una década, lo que ahora es nuestro Frente Amplio era una constelación de actores políticos y sociales, organizados en distintos nombres y siglas, con los pies puestos en las luchas del movimiento estudiantil, feminista y ecologista. Una de las primeras expresiones de nuestra unidad, en la arena estudiantil, la representó la alianza Somos Fuerza, que integraba a la Izquierda Autónoma, al Frente de Estudiantes Libertarios y a la Unión Nacional Estudiantil.

Ya como coalición Frente Amplio, uno de los gritos más característicos, cantados hasta el hartazgo, pone de manifiesto nuestro avance gracias a dos factores: la fuerza y la esperanza. La combinación de ambas da como resultado “Somos fuerza y esperanza”, como una amalgama de la trayectoria social y política de nuestro proyecto político, como un saludo a nuestra historia reciente.

Porque es importante repetirlo: no partimos de cero. Somos herederos de una tradición rebelde, de un malestar social que ha sabido expresarse una y otra vez contra la desigualdad. El Frente Amplio nace como un grito de unidad y alternativa frente a la fragmentación impuesta por el poder político y económico heredado de la dictadura. Nuestra fuerza surge de las calles, de las asambleas estudiantiles, feministas, territoriales, medioambientales, de las manos manchadas de pintura, tierra y sueños. Y en ese camino, les estudiantes han pasado de actores secundarios a verdaderos protagonistas del devenir nacional.

Nuestra historia no puede contarse sin reconocer los puentes y las tensiones con la izquierda tradicional. Hoy, en el gobierno, esa alianza entre el FA, el PC y el PS es una realidad, demostrando que, pese a diferencias tácticas, compartimos un horizonte común de justicia social y transformación de las condiciones existentes. Sin embargo, somos una fuerza distinta porque somos un partido feminista y democrático, pluralista y latinoamericanista, ecológico y disidente, que lucha contra toda forma de opresión y explotación, actualizando el socialismo a los contenidos de este siglo.

Recordamos cuando las marchas estudiantiles llamaron la atención del país con una demanda: una educación pública, gratuita y de calidad. Ese momento donde la política no se hacía en los pasillos de los palacios del poder, sino en las plazas ocupadas, en los liceos tomados, en las universidades paralizadas. Aquella fue una chispa que encendió un incendio en el Estado neoliberal heredado de la dictadura, con toda una década de movilizaciones sociales, feministas, medioambientales, de las diversidades, territoriales, por la seguridad social, por el agua, por los pueblos originarios. Hoy, aunque los tiempos han cambiado, todavía hay una brasa ardiendo, oculta entre la ceniza.

Esa ceniza es el avance de la ultraderecha no solo en Chile, sino en el mundo entero. Con discursos de odio, promesas cargadas de mano dura que sostiene la desigualdad, con autoritarismo y un desprecio solapado por la vida han llegado a trastocar los avances que con mucho esfuerzo hemos conseguido. Frente a esto, nuestra respuesta no puede ser solo una defensa de los mínimos del Estado liberal –que, aunque necesarios, son insuficientes–, sino una apuesta clara por transformaciones profundas que pongan en el centro a quienes viven explotados, precarizados, violentados y oprimidos.

El Frente Amplio estudiantil ha sido parte de la historia reciente de lucha. En 2016, cuando se discutía la gratuidad, estábamos ahí, para señalar el error de financiar la oferta. En 2018, cuando las tomas feministas sacudieron las aulas, estábamos ahí, para denunciar y construir alternativas libres de opresión y violencia contra nuestras compañeras. En 2019, cuando los pueblos de Chile, se levantaron en un estallido social que le exigió dignidad a la institucionalidad de los 30 años, estuvimos ahí. Cuando los partidos encausaron institucionalmente el descontento mediante el Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución, también estuvimos ahí. Cuando tuvimos que disponer de nuestra capacidad militante para encabezar el gobierno con el compañero Gabriel Boric, estuvimos ahí. Y, hoy, frente a un sistema educativo que sigue excluyendo, endeudando y precarizando estudiantes, seguimos aquí.

El desafío de organizar en tiempos difíciles

Seamos cautos, no nos engañemos: organizar a les estudiantes hoy no es lo mismo que hace una década. Las urgencias han mutado y las formas de comunicación se han transformado y diversificado. Además, el desgaste de años de alta exposición pública y una gestión enfocada más en los desafíos del país y menos en los problemas de les estudiantes, pesan como una losa.

Mientras algunos siguen hablando de pasado, nosotros insistimos en que el socialismo debe ser feminista, ecologista y radicalmente democrático. No es solo una cuestión de estilo, sino de principios: creemos en un movimiento que no reproduzca las opresiones que dice combatir, que sea capaz de escuchar a las disidencias sexuales, a las mujeres, a las naciones indígenas, a quienes históricamente han sido marginades incluso dentro de la propia izquierda. Creemos también que no somos la vanguardia del movimiento popular y que, al contrario, somos un actor más dentro de una heterogeneidad social y que debemos convencer, mediante el diálogo, y no imponer mediante la fuerza. Solo así construiremos una mayoría social sólida para las transformaciones necesarias.

Es precisamente nuestra apuesta frenteamplista, y no otra, la que nos permite enfrentar con fuerza el avance de la ultraderecha. Porque mientras ellos ofrecen muros y zanjas, nosotros construimos puentes. Mientras ellos siembran miedo, individualismo y desesperanza, nosotros sembramos organización. Mientras ellos hablan de retroceder en derechos, nosotros levantamos un proyecto que amplía la democracia, que garantiza derechos sociales, que no se conforma con parches, sino que lucha por cambios estructurales.

Pero, ¿cómo conectamos con un estudiante que hoy no lucha por la gratuidad, sino por no suicidarse? ¿Cómo llegamos a quien vive en una región donde la educación superior es un privilegio porque implica el traslado de toda la vida a otra región? ¿Cómo hablamos de frente al corazón de quienes ven a los partidos políticos con desencanto, pero están politizados?

La respuesta es simple, aunque la implementación esté llena de obstáculos: escuchando. Solo el diálogo con otros nos hará contar con una perspectiva amplia, verdaderamente amplia, para la transformación social. No somos una vanguardia iluminada que impone verdades desde una tribuna. Somos compañeres que caminan al lado de quienes sufren las mismas injusticias. Por eso, nuestra tarea no es imponer consignas, sino tejer redes. No es repetir discursos, sino construir soluciones con les afectades.

Lo que se viene: unidad, lucha y esperanza

Este primer congreso no es un punto final, sino un punto de partida. Tenemos la capacidad y el deber de movilizar a Chile, pero solo si somos capaces de mirar con honestidad lo que hemos hecho bien y lo que debemos mejorar. Dos son los objetivos actuales que nos reúnen. Primero, la convicción de que sin organización estudiantil no habrá transformación social real y por lo tanto debemos buscar las maneras más creativas de vinculación social estudiantil. Segundo, la certeza del enfrentamiento con la ultraderecha para evitar su avance. Por eso, consideramos que la unidad de la izquierda diversa, que dialoga y que logra resolver sus conflictos, es nuestra mayor fortaleza.

Frente al avance de la ultraderecha, nuestra respuesta no puede ser el miedo ni la parálisis. Debemos combatir sus mentiras con verdad, su odio con solidaridad, su individualismo con organización estudiantil, social y popular. Pero no basta con resistir, qué duda cabe: hay que proponer. Por eso, nuestro combate pasa por defender los derechos sociales conseguidos en democracia y hoy amenazados, pero también por construir alternativas concretas que mejoren la vida de la gente. Que nadie pueda decir que nuestra crítica es solo discurso, cuando tenemos propuestas para una educación gratuita y de calidad, para un sistema que no discrimine, para un Chile donde nadie tenga que elegir entre comer, habitar o estudiar.

Debemos fortalecer nuestras bases en las regiones donde aún no llegamos con fuerza. Debemos dialogar con estudiantes secundarios, técnicos profesionales, con quienes hoy no encuentran un lugar o una expresión actual en la política chilena. Debemos ser intransigentes en la defensa de la educación pública, pero también flexibles en las formas de lucha, porque los tiempos exigen firmeza e inteligencia. Solo mediante el esfuerzo, la disciplina consciente y el activismo no voluntarista podremos transitar hacia una práctica militante que, cuidando de les nuestres, logre movilizar y concretar acciones para la transformación de la realidad.

Compañeres: el neoliberalismo quiere convencernos de que el individualismo es ley y que la solidaridad es un recuerdo en sepia del pasado. Pero nosotros sabemos que la verdadera fuerza radica en la voluntad colectiva. Que cuando un estudiante no puede pagar su matrícula, es problema de todes. Que cuando una niña abandona su sueño por una situación de violencia de género, es una derrota para todes. Hoy, como ayer y como siempre, la lucha estudiantil es la lucha por un Chile más justo y solidario. Presten atención y alcen los puños que esa lucha no se gana con nostalgia trasnochada, sino con organización, con propuestas reales con horizonte de emancipación, con la convicción revolucionaria de que otro mundo es posible.

Que este congreso sea recordado como el momento en que decidimos no solo mirar atrás sino avanzar. Nos unimos para decir en una sola voz: ¡somos fuerza y esperanza para el presente y futuro!

*Claudio Calabrán Muñoz es presidente del Frente Estudiantil del Frente Amplio.

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