Álvaro Ramis / El Frente Amplio: lejos del fin, en plena transformación

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La reciente derrota de Gonzalo Winter en las primarias presidenciales del oficialismo ha sido interpretada por algunos comentaristas conservadores, con la habitual celeridad y superficialidad, como el presagio del fin del Frente Amplio. Sin embargo, esta lectura desatiende una evidencia contundente: el Frente Amplio no solo persiste, sino que mantiene y probablemente continuará ejerciendo la hegemonía dentro de la centroizquierda chilena. Un claro indicio de ello es el rotundo triunfo de Jeannette Jara en las mismas primarias, demostrando que las coordenadas programáticas y culturales que el Frente Amplio ha impulsado durante la última década siguen marcando el pulso de las demandas del electorado de izquierda.

Más allá de este hito, los pilares fundamentales del conglomerado permanecen incólumes. El liderazgo del presidente Gabriel Boric sigue siendo gravitante en la escena pública y está llamado a serlo en las décadas venideras, consolidando una figura central para el proyecto. A esto se suma el amplio reconocimiento electoral y social que diversos liderazgos municipales han cosechado en los últimos años, demostrando una conexión efectiva con las bases territoriales. Finalmente, un conjunto de cuadros parlamentarios del Frente Amplio se ha vuelto insustituible en los debates legislativos y programáticos que definen el rumbo político de Chile, aportando experiencia y capacidad propositiva.

No obstante, sería irresponsable desconocer las debilidades que aún arrastra el proyecto frenteamplista. Su déficit más evidente radica en la falta de planificación estratégica: en demasiadas ocasiones ha navegado sin una conducción clara, lo que lo ha llevado a reaccionar a los acontecimientos en lugar de anticiparlos y definirlos. Esta fragilidad organizacional, inherente en parte a su juventud como fuerza política, explica algunos de sus traspiés. Pese a ello, el Frente Amplio ha demostrado una notable plasticidad y capacidad de adaptación, virtudes que han sido clave para mantenerse vigente como un proyecto político emergente, incluso frente a complejas crisis internas y los constantes embates externos.

Para consolidar su «mayoría de edad» política, el Frente Amplio debe capitalizar los aprendizajes de este ciclo. Es imperativo que impulse una nueva generación de cuadros políticos formados tanto en la administración del Estado, adquiriendo experiencia en la gestión pública, como en las tareas políticas de carácter parlamentario. En este tránsito, será crucial revisitar la profunda distinción que Max Weber hizo entre la «preocupación política» y la «vocación política». No basta con la disposición ocasional de involucrarse en asuntos públicos; se requiere un compromiso sostenido y profesionalizado que combine la indispensable presencia en el mundo social y profesional de origen con una dedicación rigurosa a la política como una actividad vocacional.

Reconocer y abordar este doble desafío —preservar los vínculos auténticos con la sociedad civil y profesionalizar liderazgos que puedan sostenerse en el tiempo sin desnaturalizar sus principios fundacionales— es fundamental para la fase de madurez organizacional del Frente Amplio. La habilidad para combinar estas dos dimensiones permitirá que el proyecto no solo sobreviva en el turbulento escenario político chileno, sino que se instale firmemente en la sociedad como un referente con capacidad de construir mayorías y de asegurar su permanencia a largo plazo. El Frente Amplio no está acabado; está en un proceso de profunda transformación. Y todo indica que hay Frente Amplio para rato.

*Álvaro Ramis es rector de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano.

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