Entre las muchas lecciones que nos deja el regreso de Trump a la Casa Blanca, hay una crucial que concierne a la sociedad civil: un concepto impreciso y frustrante, pero ineludible. Marx, tomando el concepto de la Filosofía del derecho de Hegel, donde bürgerliche Gesellschaft se refería de forma ambigua tanto al emergente ámbito del intercambio mercantil como a los Stände [estamentos] de finales de la Edad Media, trató de poner al descubierto su estructura subyacente y sus leyes de movimiento. Pero al realizar esta iluminadora ruptura intelectual, Marx dejó escapar parte de la importancia política y cultural de la esfera de las asociaciones y grupos de interés, que caracterizaba este «segundo nivel de la superestructura», encajado, como señaló Gramsci, entre la economía productiva y el Estado. (Es cierto que, en su análisis del bonapartismo, Marx volvió a este significado anterior, contraponiendo el prepotente Estado absolutista tardío francés a la sociedad civil).