El triunfo claro y contundente de la exministra del Trabajo, Jeannette Jara, en las primarias de la izquierda y la centroizquierda del pasado 29 de junio, reconfigura el escenario político, introduce desafíos inéditos y abre puertas que se creían clausuradas.
Se trata de una candidata con un especial carisma, creíble, de raigambre popular y un estilo de liderazgo llano y cercano. Ha estado a la cabeza de algunas de las reformas más emblemáticas de este gobierno, como la reducción de la jornada a 40 horas; un alza del salario mínimo que ubica a Chile como el país con el más alto de América latina; la reforma de pensiones; la ley contra el acoso laboral o ley Karin, entre otras. La primaria, si algo dejó claro es que la izquierda y la centroizquierda se decantó mayoritariamente por una opción y un liderazgo que representa el programa y la voluntad de cambio que el actual gobierno ha representado.
Se debe reconocer que la participación estuvo más cerca del piso que del techo proyectado. Sin embargo, esos más de un millón 400 mil electores constituyen más que cualquiera de los que han participado en las últimas primarias de la derecha y son una base de legitimidad inobjetable.
Parte importante de los temores que se expresaron durante la primaria respecto de lo que pueda ocurrir con la campaña de Jeannette Jara se fundan en su militancia comunista. Se espera un gran despliegue de un anticomunismo primario en las próximas semanas y meses, pero la candidata se ha preocupado de disipar con simpleza y contundencia esos temores: ha señalado que es la candidata de la coalición y no del Partido Comunista, ha discrepado públicamente en temas internacionales de las opiniones expresadas por el presidente de su partido y no ha descartado congelar su militancia, si eso facilita su llegada a sectores políticos y sociales más amplios.
Según los primeros análisis de las elecciones primarias, Jeannette Jara muestra una gran capacidad para recoger adhesión en las comunas de clases medias, en los jóvenes y las mujeres, pero, además, su tipo de liderazgo tiene un potencial de apoyo en los sectores populares que es importante considerar y valorar. Hasta ahora la izquierda solo había visto caer su influencia en dichos sectores en favor de organizaciones de extrema derecha o de grupos evangélicos conservadores.
Constituiría una gran noticia que el liderazgo de Jara permitiera reconectar a la izquierda con el mundo popular, lo que, además, le permitiría crecer electoralmente en sectores que pueden ser decisivos en las próximas elecciones: un universo popular que no participaba en las elecciones presidenciales con voto voluntario y que hoy sí concurre a las urnas con voto obligatorio. Sectores que no se mueven en el eje derecha/izquierda sino en nuevos códigos donde el tipo de liderazgo y la forma de comunicarse resultan decisivos. Y Jeannette Jara tiene cualidades que se requieren para llegar a esos sectores.
La jornada de primarias también arroja otras conclusiones. Constituye el fin de la nostalgia por revivir la ex Concertación. También de aquella idea de que lo que la gente busca es una “moderación”. Estudios como el último Informe sobre Desarrollo Humano en Chile (PNUD, 2024) señalan que la gente quiere cambios de fondo, pero hechos con gradualidad; ganar sin arriesgar lo que ya tiene. No quiere confrontaciones, pero sí quiere cambios que mejoren sus condiciones de vida.
En eso el Socialismo Democrático (SD) ha estado leyendo mal lo que ocurre en la sociedad chilena. Teniendo una candidata muy preparada optó en su campaña por separar aguas con todo lo que fuera la búsqueda de cambios sustantivos. Trató de representar más a ese mundo asustado con el estallido social que a esa sociedad que masivamente se movilizó de manera pacífica por malestares reales que continúan sin resolverse. Se posicionó más en el miedo que en la esperanza.
Por su parte, el Frente Amplio (FA) vio que su votación se iba mayoritariamente a la candidata Jara y que la polarización Tohá/Jara llevaba a sus potenciales electores a moverse hacia aquellas opciones que parecían con más chances de derrotar a la ultraderecha en las elecciones presidenciales y que eran percibidas como dos caminos distintos entre los que debían optar. El FA quedó al medio de esa contienda sin poder encontrar su propio espacio. Teniendo un buen candidato, como lo fue el diputado Gonzalo Winter, no logró, a través de su campaña posicionarse en un lugar en que fuera visto como una real y competitiva alternativa.
El FA debe analizar esta primaria y extraer aprendizajes, por ejemplo, sobre cómo mejorar y aterrizar sus mensajes; tal vez, en esta etapa, discutir menos con el pasado y centrarse más en la materialidad del presente que viven las personas. No apostar solo al voto joven que esta vez no lo siguió, y avanzar hacia ser una fuerza y un proyecto Intergeneracional con arraigo en distintos grupos de la sociedad, en el mundo urbano y rural.
En definitiva, el triunfo de Jeannette Jara renueva las posibilidades movilizadoras de la izquierda y de la centroizquierda, la acerca a reconectarse con el mundo popular, y puede dar un nuevo impulso a un programa de transformaciones.
La campaña de Jara debe mostrar aprendizajes de lo que fue el primer proceso constituyente: evitar los maximalismos, avanzar consolidando y reconectarse con la voluntad de cambio que existe en la sociedad chilena.
La próxima presidencial no está definida. La derecha tiene sus propias contradicciones y debilidades. Para ganar se necesita una izquierda capaz de abrirse a nuevos sectores sociales y cuestión muy importante: construir una lista unitaria o por lo menos de amplia mayoría, para conquistar un parlamento que no sea un freno a los cambios sino un apoyo a este.
El futuro de nuevo está abierto: ese es el gran resultado de esta primaria.