Quedan poco más de tres semanas para la segunda vuelta electoral, en la que se enfrentarán Jeannette Jara y José Antonio Kast para dirimir quién será el próximo o la próxima presidente/a de Chile.
Sin duda, la gran sorpresa de la primera vuelta fue el resultado obtenido por el candidato Parisi, cercano al 20% de los votos. Así las cosas, la votación de Parisi se vuelve clave para la elección final del próximo o próxima presidente/a. La pregunta que cabe hacerse, entonces, es: ¿quién es ese votante?; ¿en qué cree y qué lo mueve?; ¿está más cerca de la extrema derecha o de la izquierda?
Se trata de electores y electoras que ven la política desde una lógica transaccional, a los/as que les resultan más atractivas propuestas concretas, de rápida ejecución, que las que se derivan de teorías abstractas o ideológicas. Son personas que se sienten más bien de centro, alejadas de los “extremos” (“ni facho ni comunacho”); un centro muy distinto a ese de raíz laica (los radicales) o socialcristiana (la DC) que dominó el siglo XX.
En el caso del sector masculino, se observa el gusto de una “incorrección política” que les permite reafirmar la masculinidad tradicional como reacción a los avances del feminismo. Predomina una idea meritocrática de la vida y del “esfuerzo personal”.
Podrá ser un elector o electora culturalmente conservador/a, pero, aunque suene paradojal, no es de derecha o no construye desde ahí su visión de la vida. En la primera vuelta, existiendo dos candidatos y una candidata de derecha, no optó por ninguno de ellos, sino por alguien que lo llamaba a rechazar los “extremos” y abrazar una antipolítica. Se trata más bien de un sector que no reconoce en la política un lugar en el que sus “malestares” pudieran ser atendidos. Es dable pensar que aquí está una buena parte de los y las votantes que se han incorporado a las elecciones al instalarse el voto obligatorio.
Se comete un grave error cuando se ningunea a los votantes de las opciones distintas a la propia. Más que criticar a ese electorado debiera primar la reflexión acerca de por qué no se ha sabido entender mejor a esos segmentos populares que no se ven representados por lo que la izquierda hoy les ofrece.
Tal vez lo que nos ha costado asumir es que las transformaciones neoliberales en Chile, que ampliaron la relación de las personas con el mercado en desmedro del Estado, dieron paso a nuevas subjetividades, modelando tipos sociales y culturales que no se mueven en los ejes clásicos de la política.
En pocas semanas la candidatura de la izquierda y la centro izquierda deberá llegar a estos y estas votantes, y de manera creíble atraerlos. Hay buenas razones para que este “nuevo centro”, más transaccional y aspiracional, adhiera a una candidatura de centroizquierda si se acogen algunas propuestas del candidato del PDG, pero se requiere que la propia candidatura de Jara sea capaz de traducir en propuestas más concretas esta fase de campaña. Falta aún comunicar de manera efectiva qué significa, en concreto, apoyar a la candidata de la izquierda, es decir, en qué va a mejorar mi vida en los próximos 4 años.
Estamos en unas semanas claves. La primera vuelta permitió tener una radiografía de la sociedad chilena. No es mucho el tiempo que queda para largas interpretaciones, sino que es necesario salir a buscar los votos que faltan, pero para que ello sea eficaz se deben asumir las nuevas características y formas de ver la vida personal y en sociedad de segmentos significativos de la sociedad chilena, y encontrar la forma de construir el puente entre las propuestas de la izquierda y la centro izquierda, representadas hoy por Jeannette Jara, y la subjetividad de este “nuevo centro”. Esa es la tarea y no queda sino ejecutarla con rapidez. Nada está dicho de manera definitiva hasta que no se haga el despliegue de campaña y se cuenten los votos el próximo 14 de diciembre.
