El Día del Socialismo Chileno no proviene del calendario oficial ni de una efeméride institucional. Es una fecha recuperada por Plataforma Socialista, un espacio político nacido en el Chile posestallido social de 2019, que reúne militantes, independientes y activistas de diversas trayectorias. Su propósito: reimaginar y reconstruir un proyecto socialista chileno democrático, feminista, ecologista y profundamente popular.
La conmemoración del 4 de junio no está atada al aniversario de un partido. Va más allá. Porque somos muchas y muchos quienes, sin militar en el Partido Socialista de Chile, nos sentimos parte de la historia, los ideales y los sueños del socialismo. Es un patrimonio político y ético colectivo, no es propiedad de una sigla. Por eso, esta fecha representa una jornada de memoria activa y proyección transformadora: un compromiso con el pasado, pero también una apuesta hacia el futuro.
El 4 de junio de 1932 no fue un accidente. Fue la cristalización de un proyecto que venía madurando desde hacía años, impulsado por figuras como Marmaduke Grove, Eugenio Matte Hurtado y tantos otros que se atrevieron a soñar y construir un Chile distinto: más justo, más libre, más igualitario.
En julio de 1931, Grove protagonizó el audaz episodio del Avión Rojo: cruzó la cordillera desde Mendoza para intervenir en un país convulsionado por la crisis económica, la desigualdad y la represión. Aterrizó en Concepción, fue arrestado y deportado. Pero aquel acto temerario sembró una idea potente: que otra política era posible y que era urgente imaginarla.
El 4 de junio de 1932, esa posibilidad se volvió acción. Desde la Base Aérea de El Bosque, Grove marchó a pie junto a jóvenes oficiales, trabajadores y estudiantes. En una jornada sin derramamiento de sangre, depusieron al presidente Juan Esteban Montero y proclamaron la República Socialista de Chile.
Durante doce intensos días, se implementaron medidas concretas que revelaron el carácter transformador del proceso: nacionalización del crédito y control bancario; intervención estatal en precios de productos básicos; reapertura de industrias paralizadas; ayuda directa a los sectores empobrecidos
No fue un simple gesto simbólico. Fue un intento serio, audaz y programático de reorientar el rumbo del país.
La República fue breve y derrotada. Pero no fue estéril. Fue una señal clara de que el pueblo chileno no está condenado a la injusticia ni al conformismo. Fue una semilla histórica que aún hoy germina en nuestras luchas, una demostración de que los sueños socialistas pueden —y deben— ser proyecto político concreto.
Hoy, 93 años después, las condiciones del país nos interpelan con fuerza: el modelo neoliberal, heredado de la dictadura e impulsado por gobiernos de diversos signos, ha generado desigualdad estructural, devastación ecológica, concentración del poder económico y una democracia debilitada. En este contexto, no basta con administrar lo existente. Es hora de atreverse nuevamente a transformar.
El socialismo que invocamos no es nostalgia, es urgencia presente. Es democrático y participativo, feminista y anticapitalista, ecologista y defensor del territorio, plurinacional y popular. Es capaz de disputar el sentido común, desbordar los límites del sistema y construir poder colectivo desde abajo.
Este 4 de junio no es solo memoria: es una convocatoria. Un llamado a encender nuevamente la chispa transformadora que recorrió Chile en 1932. A levantar una izquierda que no se resigne ni acomode, que no olvide ni traicione, sino que abrace con ética y coraje la tarea inconclusa de hacer de Chile un país más digno y más justo para todos y todas.
Porque el socialismo no es solo historia: es horizonte.
*Rossana Carrasco Meza es Cientista Política (Pontificia Universidad Católica de Chile) y Magíster en Gestión y Desarrollo Regional y Local (Universidad de Chile).