Para mucha gente la idea del anticapitalismo parece ridícula. Después de todo, las empresas capitalistas nos han dado fantásticas innovaciones tecnológicas en los últimos años: smartphones y películas streaming, coches sin conductor y redes sociales, pantallas Jumbotron en los partidos de fútbol americano y videojuegos que conectan a miles de jugadores de todo el mundo, todos los productos de consumo imaginables disponibles en Internet para su rápida entrega a domicilio, aumentos asombrosos de la productividad del trabajo gracias a nuevas tecnologías de automatización, y mucho más.
Y si bien es cierto que los ingresos se distribuyen de forma desigual en las economías capitalistas, también lo es que la gama de bienes de consumo disponibles y asequibles para el ciudadano medio, e incluso para los pobres, ha aumentado de forma espectacular en casi todo el mundo. Basta con comparar Estados Unidos en el medio siglo transcurrido entre 1965 y 2015: el porcentaje de estadounidenses con aire acondicionado, coches, lavadoras, lavavajillas, televisores y plomería interior aumentó de forma espectacular. La esperanza de vida es mayor; la mortalidad infantil, menor…