En estos últimos días hemos visto cómo en el país caribeño de El Salvador se está viviendo una crisis democrática. Con la promesa de seguridad y contención del crimen organizado, se perpetúa en el poder una figura política pasando, así, por encima de su propia Constitución, reformándola a su gusto para poder perpetuarse en el poder.
Esto no es más que la visión actual, moderna y sincera que tienen los líderes autoritarios con discursos de seguridad. Líderes como Bukele, Trump, Milei buscan, a través de resquicios legales, hacerse del poder, reformar las constituciones de sus países y seguir manteniendo un modelo de manera antidemocrática, traicionando la confianza que millones de ciudadanos depositaron en ellos. Y no es solo la prolongación del ejercicio del poder; es también la corrupción, el robo y la continuación de políticas defectuosas, de políticas populistas, que hemos visto fracasar a lo largo y ancho del mundo, y a lo largo y ancho de la historia de la humanidad.
Hoy, en pleno siglo XXI, en 2025, estamos ante el nacimiento de una nueva dictadura en Latinoamérica: una dictadura de «centro», una dictadura que no es venezolana, cubana o guatemalteca. Es una dictadura patrocinada, financiada y aplaudida por los populistas del mundo, por los sheriffs del condado, por aquellos que llevan años tratando de perpetuarse en el poder de manera ilegal, irregular y antidemocrática. El Salvador hoy no es más una democracia; es el feudo de Nayib Bukele, es el centro del populismo latinoamericano antidemocrático y anticonstitucional.
La promesa de seguridad, la promesa de un Salvador limpio y seguro se esfuma tras las rejas puestas a la Constitución, y se esfuma la idea de una democracia abierta y participativa para el pueblo salvadoreño. Durante estas semanas hemos visto pasar a Bukele de ser un demócrata a ser uno más de los líderes autoritarios populistas que hacen de su país una extensión de su poder. Hoy, hay miles y miles de presos que no deberían estar presos, miles y miles de dólares que se están yendo a los bolsillos de los salvadoreños equivocados. No hay políticas públicas, no hay beneficio social; solo hay garrote y zanahoria.
En Chile, hay que observar con recelo y atención –también con autocrítica– el nacimiento de esta nueva dictadura moderna. Hoy, en medio del período de elecciones, hay candidatos que con cantos de sirenas pretenden llevarnos nuevamente a las aguas del autoritarismo, esta vez basados en figuras populistas, autoritarias y antidemocráticas como Bukele.
En Chile, ya no necesitamos más populismo.
En Chile necesitamos democracia, libertad y un futuro próspero, y estas tres cosas no llegarán a nuestro país ni se garantizarán con propuestas salvadoreñas ni caribeñas. Será respetando la Constitución, con alternancia en el poder y con una mirada profunda de los verdaderos problemas que tiene nuestro pueblo, de sus necesidades reales, enfrentándolas con soluciones; no usando la Constitución como un adorno, no usando el sistema democrático para perpetuarse en el poder. En Chile necesitamos democracia, no un Bukele.
*Maximiliano Andrade Reyes es coordinador para América Latina del Global Student Forum y secretario regional del Frente Amplio de la Región de O’higgins