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Portal Socialista > Contenido > Política > Internacional > Roberto Pizarro y Luis Herrera M. / Política exterior en un mundo incierto
DestacadosInternacionalPolítica

Roberto Pizarro y Luis Herrera M. / Política exterior en un mundo incierto

5 septiembre 2025
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27 Min de Lectura
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El escaso interés de ciudadanas y ciudadanos en nuestro país por lo que sucede más allá de las fronteras de Chile resulta sorprendente, dado que la apertura al mundo ha sido históricamente un rasgo determinante para nuestra vida política y económica.

La enorme sobrecarga informativa del mundo interconectado en que vivimos tiende a priorizar lo inmediato y más cercano, enfocándose exclusivamente en las preocupaciones que afectan más directamente la vida cotidiana de las familias. Así, en un contexto de dificultades económicas e inestabilidad política, lo local adquiere mayor importancia relativa y lo internacional se percibe como un ámbito poco relevante. Incluso, existe la percepción más o menos generalizada de que eventos lejanos no impactarían en la vida propia, cosa que el mundo globalizado desmiente empírica y categóricamente.

Con las tensiones en curso y los cambios profundos que se viven en la actualidad, la esfera internacional es un ámbito de análisis y lucha que no se puede ignorar. Ello resulta evidente cuando observamos factores como el genocidio en Gaza, la interminable guerra entre Rusia y Ucrania, las agresiones proteccionistas de Trump, el inédito crecimiento de la extrema derecha en el mundo, y los complejos procesos migratorios.

Todos esos temas no solo son preocupantes, sino que obligan a tener muy presente la realidad mundial para elaborar una política exterior que asegure la defensa y proyección económica y diplomática del país en la comunidad internacional. Especialmente en la actualidad, los retos de la nueva geopolítica y el proteccionismo plantean desafíos inabordables para la política exterior seguida por Chile hasta ahora.

En vísperas de una determinante elección presidencial, es indispensable tener muy presente el incierto mundo en que vivimos, su impacto en la realidad nacional, los desafíos que representa para la política exterior y la necesidad de cambios proactivos que requiere.

Y, por cierto, la ciudadanía debe estar debida y oportunamente informada de lo que ocurre más allá de las fronteras porque, de otro modo, la política internacional queda peligrosamente abandonada a merced de una tecnocracia que, fiel a su naturaleza intrínsecamente conservadora, evade el escrutinio social y es reacia a los cambios.

Un mundo incierto

El optimismo de una paz perpetua que se esperaba con la debacle de la URSS, junto a la consolidación de una economía y democracia liberal en todo el mundo se ha visto frustrado.

Vivimos en un mundo amenazante y peligroso, marcado por enfrentamientos bélicos, gobiernos autoritarios, inéditos movimientos migratorios y peligrosas organizaciones criminales transnacionales. A ello se agregan radicales cambios geopolíticos y la emergencia del proteccionismo.

Guerras y violentos conflictos estremecen a la humanidad, con expresiones muy dolorosas y peligrosas. Los ataques militares de Israel a Gaza, con decenas de miles de víctimas inocentes, han convertido a la franja en un campo de genocidio, mientras persiste la larga guerra entre Rusia y Ucrania.

La democracia experimenta un franco deterioro en todo el mundo, junto con preocupantes retrocesos de los estados de bienestar y la emergencia de una extrema derecha, con rasgos populistas y fascistas, que crece en Europa, los Estados Unidos, y también en América Latina.

Los trabajadores y sectores medios se sienten traicionados por las elites tradicionales -liberales, socialdemócratas y progresistas- las que han renunciado al Estado de Bienestar, doblegándose ante el neoliberalismo.

Así las cosas, los sectores populares y medios han comenzado gradualmente a rubricar el discurso de la extrema derecha que responsabiliza a los extranjeros migrantes, a los organismos internacionales, a los movimientos ecologistas e incluso al emergente poder feminista y a la diversidad sexual por las crisis que se viven en diversos países del mundo.

En América Latina se instalan ideas conservadoras que se encuentran ligadas a un inédito discurso autoritario. Ello resulta evidente con la emergencia de Bolsonaro en Brasil, Milei en Argentina y Bukele en El Salvador.

En ese contexto, con el aumento del crimen organizado y del narcotráfico que se vive en la región, el autoritarismo del presidente Bukele y sus cárceles se han convertido en un referente que algunos gobiernos en la región consideran seriamente reproducir.

Por otra parte, las persistentes crisis económico-sociales de los regímenes no democráticos de Nicaragua, Venezuela, y Cuba generan migraciones masivas, que afectan a buena parte de los países de la región. Al mismo tiempo, resulta preocupante la incertidumbre que se vive en Bolivia y Perú, y las sucesivas crisis que viene enfrentando el presidente Petro en Colombia.

En este cuadro internacional, los países de América Latina están más desunidos que nunca. Las diferencias ideológicas se han radicalizado produciendo enfrentamientos de manifiesta agresividad. Y la integración, que siempre ha sido difícil, ahora exigirá esfuerzos gigantescos de imaginación.

En suma, en América Latina encontramos sociedades cansadas; abrumadas por la multiplicidad de conflictos presentes, junto a la incapacidad de respuesta por parte de las instituciones y partidos políticos, y con un manifiesto debilitamiento de la democracia.

El “Make America Great Again” (MAGA) del presidente Trump ha producido un cambio no solo en Estados Unidos sino en todo el mundo. Su renuncia al multilateralismo en asuntos políticos y comerciales ha hecho nacer la arbitrariedad unilateral en los asuntos mundiales, afectando la seguridad jurídica, la estabilidad de las reglas del juego y el comercio libre. Así las cosas, Washington ha desatado una agresiva ofensiva proteccionista contra Europa, México, Canadá, China, India, Brasil y los países en desarrollo, dando brusco término a la globalización.

La guerra comercial desatada por Washington no solo busca imponer inéditos desequilibrios comerciales, sino que es un desafío al poder de China porque este país se ha convertido en una emergente potencia mundial que cuestiona crecientemente la hegemonía estadounidense, especialmente en el ámbito de las tecnologías de última generación. Y esta disputa está golpeando al conjunto de la economía planetaria lo que, por cierto, afecta también a Chile.

Se anuncia así en la política exterior estadounidense una peligrosa pretensión de recuperar la doctrina Monroe en los ámbitos militar, político y económico, utilizando su “patio trasero” como terreno exclusivo para monopolizar el litio, el cobre y las tierras raras, y alimentar así las nuevas tecnologías que se encuentran en competencia con las industrias chinas.

En respuesta a esta nueva realidad geopolítica y comercial, renace el Sur Global, con iniciativas como la emergencia de los BRICS, organización comercial y tecnológicamente potente, que retoma las banderas de los países del Tercer Mundo de la época de la Guerra Fría.

La reciente reunión de la Organización de Cooperación de Shangai (OCS), en China, constituye otro importante elemento a considerar.

Así las cosas, la nueva realidad geopolítica mundial, el proteccionismo, los masivos procesos migratorios, los atentados a los derechos humanos, la delincuencia y el narcotráfico, la debilidad de los organismos internacionales y el irrespeto al multilateralismo han puesto al mundo en una situación de extrema fragilidad, con amenazas incluso de una posible Tercera Guerra Mundial.

Esta nueva realidad desafía a la política exterior chilena e incluso plantea dudas sobre la permanencia del modelo económico tradicional basado en un estado reducido al mínimo, con un mercado escasamente regulado que, en el plano productivo, alentó la explotación indiscriminada y exportación de recursos naturales, favorecida por una apertura radical a la economía mundial.

La nueva geopolítica y el proteccionismo mundial imperante ponen hoy día en cuestión la política indiscriminada de apertura sin regulaciones al mundo que, como complemento de la liberalización interna de la economía, Chile ha sostenido durante las últimas cuatro décadas.

Objetivamente, el flamante proteccionismo del gobierno norteamericano entrega lecciones a los países de América Latina y, por cierto, a nuestro país.

Primero, muestra la necesidad de rechazar categóricamente la pretensión estadounidense de obligar a nuestra región a reducir (o suspender) sus relaciones con China. Y, además, la de redefinir profundamente nuestra política de alianzas, —sobre todo en el ámbito comercial— en busca de asegurar nuestra autonomía respecto de los poderes mundiales.

Segundo, es imprescindible perseverar en nuevos esfuerzos en defensa del multilateralismo, tanto en el marco de Naciones Unidos y sobre todo en América Latina. Tendremos que desplegar imaginación, paciencia y flexibilidad, para recuperar iniciativas de integración entre nuestros países de América Latina. De no hacerlo el avance del proteccionismo nos aplastará.

Finalmente, hay que aprender sobre todo de las experiencias de China y otros países relevantes en materia de ciencia, tecnología e innovación, para diversificar la matriz productiva de nuestros países y terminar con la vulnerable dependencia de recursos naturales.

Se hace entonces necesario diseñar una nueva política exterior para enfrentar los desafíos que nos presenta la geopolítica y el proteccionismo en curso. Y esa nueva política exterior debe servir para acompañar a un nuevo modelo productivo, cuyo foco no esté centrado exclusivamente en los recursos naturales para la exportación, sino en nuevas industrias modernas.

Por tanto, la urgente reformulación de la política exterior de Chile debería apuntar, sin prejuicios, a una diversificación de las relaciones diplomáticas y, al mismo tiempo, su complemento comercial debería esforzarse en apoyar el cambio productivo en favor de un proceso de industrialización nacional moderna que supere el extractivismo.

La política exterior de apertura indiscriminada al mundo ha primado durante cuarenta años, en línea con el modelo económico neoliberal y con su fundamento material: el extractivismo productivista. Esa política coincidió con la globalización de los flujos comerciales, inversionistas y financieros en el mundo y favoreció la generalización de los TLC.

Esto deberá cambiar.

Entonces, la política comercial no debe entenderse como un elemento secundario, sino como un aporte sustantivo a la industrialización de Chile. A diferencia de lo que sucede actualmente, deberá favorecer la incorporación de inversiones extranjeras y tecnologías, pero siempre condicionada a que aporten a la creación de mayor valor agregado nacional y al empleo de calidad a la economía.

Chile avanza hoy día con éxito en la producción de energías verdes y posee un activo significativo de litio y cobre, a lo que se agregan las tierras raras. Se trata de recursos fundamentales para alimentar las tecnologías de última generación y, por tanto, muy apetecidas por EE. UU., Europa, Canadá y China.

El esfuerzo nacional deberá ser doble. Por una parte, utilizar esos recursos para construir una industria moderna en el país (por ejemplo, en el caso del litio, cátodos, baterías y eventualmente vehículos eléctricos); y, secundariamente, su exportación como materias primas debería hacerse sobre la base de negociaciones que garanticen un intercambio con tecnologías de última generación.

Así las cosas, a diferencia de lo que ha sucedido hasta ahora, en que el mercado decide mecánicamente la asignación de las inversiones, en adelante las empresas extranjeras deberían ser orientadas por el Estado hacia las áreas priorizadas por la estrategia de industrialización. Y, como lo hizo China con las multinacionales, deberían transferir su tecnología a nuestro país, formando además ingenieros chilenos para que su aporte sea más sustantivo (los “requisitos de desempeño” que deberán imponerse a los inversionistas extranjeros).

Por otra parte, en el plano diplomático, Chile debería priorizar un acercamiento y cooperación política con aquella parte del mundo con la cual comparte intereses y problemas, es decir América Latina y el Sur Global.

Sin embargo, ello no significa distanciarse de las regiones que constituyen nuestros grandes mercados, como EE. UU., Europa, Oceanía y el Asia, países y regiones que además tienen peso en las decisiones políticas, militares y estratégicas en la estructura de poder mundial.

Se deberá perseverar en las relaciones con ellos, pero garantizando nuestra independencia económica y la autonomía nacional mediante una relación equilibrada con esos asociados.

Propuestas específicas de política exterior en un mundo incierto

En el ámbito político

Primero:

Nuestra política exterior debe actuar con firmeza en defensa de la democracia, el multilateralismo, la paz y la solución pacífica de las controversias.

  • Con una participación más activa en todos los organismos de Naciones Unidas y en estrecha coordinación con los países de América Latina, se deberá perseverar en el apoyo a los objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) propuestos al año 2030. En especial, se priorizará la igualdad de género, la lucha contra la pobreza, la sostenibilidad del medioambiente y la protección de los derechos humanos;
  • La defensa y promoción de la democracia en todas las latitudes debe ser un propósito intransable, independiente de ideologías y posturas políticas. Es lo que ha hecho con decisión e inteligencia el presidente Boric y se debe perseverar en ello.
  • En momentos de agudos enfrentamientos en el medio oriente, con el genocidio en Gaza y la guerra en Ucrania, nuestra política exterior no debe dudar en la promoción de la paz y la solución pacífica de todas las controversias.

Segundo:

Chile debe promover una política exterior de acercamiento y cooperación económica y diplomática con aquella parte del mundo con la cual compartimos intereses.

Nuestro país se encuentra indisolublemente ligado a América Latina y comparte intereses con otros países del Sur Global. Por lo tanto, debe esforzarse en estrechar lazos con los gobiernos de América Latina.

  • Asegurar que los acuerdos de liberalización comercial en el marco de la ALADI permanezcan, los que han sido de gran utilidad para dinamizar el comercio, sobre todo de las pymes entre los países de la región;
  • Realizar esfuerzos de fortalecimiento de la integración regional, ante la agresiva ofensiva diplomática y proteccionista del gobierno de Trump sobre la región. Especialmente preocupante es la beligerancia sobre Venezuela, México, Brasil, y Colombia. Ello exige en lo inmediato esfuerzos de coordinación diplomática con México, Brasil, Colombia y Uruguay;
  • Priorizar el restablecimiento de relaciones diplomáticas plenas con Bolivia. Los cambios políticos en curso en Bolivia aparentemente abren condiciones para iniciar un nuevo camino de relaciones con el país vecino.

En medio de las diferencias ideológicas actuales con países de nuestro vecindario se puede avanzar en iniciativas interesantes de fortalecimiento de las relaciones vecinales, que trascienden los gobiernos centrales y pueden servir para estrechar vínculos, como, por ejemplo:

  • Impulsar con fuerza procesos de integración subnacionales, entre regiones chilenas y provincias limítrofes, articulando a la diversidad de actores público-privados (gobiernos locales, universidades, centros tecnológicos, asociaciones empresariales) de las distintas regiones y provincias fronterizas para lograr una coordinación que potencie económica y socialmente a las regiones limítrofes;
  • Sobre los corredores bioceánicos, no solo avanzar en la construcción que nos corresponde de la carretera hacia el Pacífico, sino negociar con los países vecinos (y empresas internacionales) la construcción de un ferrocarril, complementario a la carretera bioceánica, fundamental no solo para avanzar en la integración de Chile con Argentina, Paraguay, Uruguay y Brasil, sino también como base para proyectar a la región hacia la Cuenca del Pacífico, a través del territorio y puertos chilenos.
  • Avanzar en integración física con los países limítrofes mediante: el desarrollo en caminos, mejoramiento de pasos fronterizos y ferrocarriles. Esta prioridad coincide con la necesidad económica de mejorar la infraestructura de nuestro país, lo que paralelamente favorecerá la recuperación de la actividad económica.

Tercero:

Estrechar vínculos político-diplomáticos con los países del norte de Europa, para establecer compromisos estrechos de colaboración en políticas sociales (educación, salud, previsión), y en el ámbito del desarrollo tecnológico. Hay razones poderosas para ello.

  • El enfoque nórdico de laeducación se caracteriza por un profundo compromiso con la igualdad, el bienestar de los estudiantes y una creencia en el valor intrínseco de la educación. Es un modelo que se ha implementado con gran éxito, lo que ha llevado a clasificaciones consistentemente altas en los índices educativos globales;
  • Por otra parte, los Países Nórdicos (Finlandia, Suecia, Dinamarca, Noruega e Islandia) han erigido un modelo de salud pública exitoso, caracterizado por el papel predominante del sector público, financiado mediante impuestos, y con acceso y cobertura universales, que es un eje central de la calidad de vida en esos países.
  • En el ámbito de la previsión social, Finlandia, Suecia, Islandia y Dinamarca se posicionan como líderes, ofreciendo a sus adultos mayores tranquilidad y estabilidad. Han implementado un enfoque integral que combina solidaridad, responsabilidad compartida y ahorro voluntario. Estos tres pilares son los que han permitido a estos países alcanzar tasas de reemplazo cercanas al 90%, muy por encima del promedio mundial.Premonitoriamente es valorable que Chile y Finlandia han firmado recientemente un convenio de desarrollo tecnológico para impulsar conjuntamente tecnologías limpias, minería verde y soluciones frente al cambio climático, fomentando la colaboración entre actores públicos y privados de ambos países. Habrá que perseverar en ello.
  • La política exterior de nuestro país debería asegurar entonces convenios sólidos y de largo aliento con los países nórdicos para utilizar su experiencia y construir nuestro propio modelo de políticas sociales universales y de desarrollo tecnológico, como respuesta a las urgentes exigencias.

Cuarto:

Persistir en esfuerzos colectivos de estrecha colaboración con los países de la región en temas migratorios y seguridad.

  • El fenómeno migratorio actual causado por la incertidumbre geopolítica general y las políticas internas de determinados países ha alcanzado niveles preocupantes y requiere urgentes coordinaciones regulatorias de carácter regional.
  • Otro objetivo inmediato debería apuntar a avanzar en una coordinación, con un sistema eficaz de intercambio de información para combatir la delincuencia organizada transnacional. Preocupación central debiera ser la prevención de la corrupción en los sistemas portuarios, el refuerzo de los controles penitenciarios, el fortalecimiento de medidas contra el lavado de activos y flujos financieros ilícitos, la cooperación transfronteriza marítima y fluvial.

Quinto:

Incorporar funcionalmente a la política exterior el capital humano de chilenas y chilenos que viven en el exterior.

  • Se trata de un tema de la mayor importancia, que ha olvidado la política exterior y que ofrece inmensas potencialidades. Existen en el exterior un contingente de profesionales, técnicos e incluso científicos de envergadura, cuya experiencia debe ser incorporada la formulación de las políticas públicas de Chile.
  • El origen de la comunidad chilena que reside actualmente en el exterior es en gran medida parte la generación que debió exiliarse por causa de la dictadura. Pero hoy también está constituida por muchos de sus descendientes, y por posteriores emigraciones de compatriotas que, por motivos diversos, han establecido residencia en el exterior (temporal o permanentemente).
  • Hay personas en la comunidad en el exterior de gran valor potencial para Chile, ya sea por sus propias experiencias, conocimientos técnicos, vinculaciones académicas y/o políticas, en sus respectivos países. Habría que identificar (crear, si es necesario), mecanismos adecuados para canalizar estos aportes en forma eficiente, adecuada, y oportuna, probablemente también a través de la propia Cancillería y representaciones diplomáticas en el exterior.

En el ámbito económico-comercial

Sexto:

Rechazar la ofensiva proteccionista que ha iniciado el presidente Trump que, probablemente, se extenderá a otros países del mundo.

El comercio exterior y los flujos de inversión son un componente insoslayable de la estrategia económica de nuestro país.

  • La diplomacia chilena deberá insistir en la reactivación de la Organización Mundial de Comercio (OMC), vulnerada hoy día por las acciones proteccionistas. Ello es garantía para la fluidez y previsibilidad de los intercambios comerciales y, al mismo tiempo, para asegurar criterios de justicia en los casos de disputas comerciales.
  • Se debe preparar una estrategia para la diversificación de los flujos de comercio y de las inversiones para evitar eventuales bloqueos económicos, ya sea por razones políticas o comerciales.
  • Los TLC deberán ser revisados con aquellos países que hayan vulnerado y modificado las reglas acordadas y suscritas a la firma de los acuerdos comerciales.

Séptimo:

Incorporarse orgánicamente al Sur Global frente a la incertidumbre y riesgos del proteccionismo, para lo cual es necesario ser parte de los BRICS.

Hay razones poderosas para nuestra incorporación a los BRICS.

  • Permitirá reducir el impacto de la ola proteccionista.
  • La dimensión poblacional y económica de los BRICS pueden garantizar una mayor seguridad a nuestro comercio, junto a financiamiento adicional y acceso a tecnologías de última generación.
  • Hay que tener en cuenta que tanto el nuevo Banco de Desarrollo de los BRICS y el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura pueden convertirse en un acceso interesante de financiamiento para proyectos industriales y de infraestructura.
  • Si se avanza en favor de un proyecto de industrialización moderna en nuestro país, el marco multilateral de los BRICS puede servir para establecer acuerdos de instalación de centros tecnológicos y también programas de formación de ingenieros y científicos.

Octavo:

Ampliar las relaciones con China y la India al ámbito industrial, tecnológico y educacional, y no solamente permanecer en el comercio de materias primas.

  • Favorecer inversiones de actividades industriales, exigiendo al mismo tiempo la transferencia de tecnologías, exigencias que hizo el gobierno chino a las multinacionales que durante 40 años se instalaron en su territorio.
  • Acordar la instalación de centros tecnológicos de última generación en sociedad con empresas chinas e indias.
  • Acuerdos con China e India para el envío masivo de estudiantes a las universidades y centros tecnológicos de ambos países.

Noveno:

Frente a la ola proteccionista, la política comercial deberá instalar un régimen regulatorio que promueva la orientación de inversiones extranjeras principalmente hacia la producción de bienes y servicios de transformación productiva, en vez del comercio, finanzas y sectores extractivos.

  • Chile tiene más de 30 TLC, que cubren el 80 % del PIB mundial, lo que debería —en principio— facilitar negociaciones y futuros entendimientos comerciales para favorecer la producción y exportación de nuevos bienes y servicios agregadores de valor nacional.
  • En suma, la política exterior es un instrumento indispensable para impulsar un nuevo proyecto de desarrollo en nuestro país. Y debe acompañar con inteligencia los cambios productivos, así como las políticas económicas y sociales, de ruptura con el neoliberalismo.

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