Nos acercamos velozmente al balotaje del próximo domingo 14 de diciembre. Está todo decantado. El progresismo y la izquierda detrás de Jeannette Jara y, como era previsible, se le ha plegado a Kast toda la derecha, acoplándosele sin ningún decoro y poniéndole rostro a la indignidad, Carlos Maldonado, secretario general de Demócratas, un conglomerado al borde de la extinción.
Se despejó, en el caso de la derecha, quien la hegemoniza. Compitiendo en dureza, la derecha clásica ha sido desplazada en hegemonía por el ala más dura, nacida del mismo capullo pinochetista, que hoy tiene la posibilidad cierta de gobernar el país. Con su desplazamiento, queda en entredicho toda posibilidad de surgimiento de una derecha moderna y republicana que, en estricto rigor, salvo por algunos episodios protagonizados por Sebastián Piñera en esa dirección, solo se pudo conocer como destellos de una ilusión.
En efecto, en el curso de los últimos 35 años, la derecha de la transición no logró romper con su origen pinochetista porque nunca se lo propuso en serio. Así se ha podido constatar en esta recién transcurrida campaña presidencial en la que la candidata Matthei, representante del sector “blando” de la derecha, deambulaba entre justificar los crímenes de la dictadura y, al poco tiempo, desdecirse, para terminar la campaña, en materia de derechos humanos, peor que como la inició.
Dicho eso, la novedad de la pasada primera vuelta presidencial es la consolidación del Partido de la Gente (PDG) y el liderazgo de Franco Parisi, quien, a partir de propuestas sentidas por la ciudadanía, alcanzó cerca del 20% de los votos, desplazando a Johannes Kaiser del tercer lugar y consolidando a Matthei en el quinto.
Por su parte, al progresismo y la izquierda el tiempo disponible le juega en contra. Sin embargo, la clave está en disponerse a luchar por el triunfo y disputarle a la derecha el votante de Parisi. Algunas pistas existen y son claras al respecto.
Es el mismo pueblo de ayer, descontento con la política y anti-élite. En términos de “onda larga», se trata de un votante que se asemeja al votante de los noventa, principios del 2000, que expresaba su descontento diciendo «no estoy ni ahí»; «me da lo mismo, igual tengo que trabajar». Luego, en su evolución y al no avanzar la democracia desde los derechos civiles y políticos reconquistados tras la dictadura a derechos económicos y sociales, encontró expresión política en el discurso actual de Parisi, posicionándose entre la relación izquierda-derecha.
Sin tratarse de la misma realidad social del pasado, como claramente podemos observar en los cambios en la estructura social que ha venido introduciendo la modernización capitalista y la irrupción de la Inteligencia Artificial, hay sin embargo continuidad en términos de las demandas que parecieran orientar el comportamiento electoral de estos sectores: derechos sociales, protección y servicios de calidad.
Derechos sociales y una protección efectiva, garantizada por un Estado eficiente, que brinden a las familias seguridad, estabilidad y un horizonte de realización que los libere del yugo de vivir permanentemente apretándose el cinturón como destino. El sentido de esa visión, Jeannette Jara la maneja al dedillo. Ampliando el concepto que define nuestro presente y futuro, debería incorporar propuestas hacia los trabajadores que subsisten al margen de la formalidad laboral y hacia las decenas de miles de microemprendendores que pueblan las calles y esquinas de Chile sin protección ni acceso al crédito.
Una tal visión debe partir por proponer asegurarles un piso sólido de protección social. Esto implica crear un sistema portátil y flexible que los cubra en salud, pensiones y discapacidad, con cotizaciones ajustadas a ingresos reales y un seguro de sustitución de ingresos ante enfermedad y accidentes, que los condena a vivir en la incertidumbre extrema.
Al mismo tiempo, el país requiere ecosistemas locales de desarrollo productivo que permitan que los pequeños negocios compitan en mejores condiciones. Esto incluye infraestructura compartida, asistencia técnica permanente en digitalización, contabilidad, logística y marketing, y programas de compras públicas que prioricen a proveedores locales y aprovechen con tal fin las infraestructuras y capacidades municipales. Con ello se impulsa la productividad desde los territorios y se fortalece una economía más diversificada y menos dependiente de grandes empresas o plataformas globales que incrementan sus ganancias con la informalidad y la exclusión social, justamente lo que representa Kast.
Finalmente, es indispensable garantizar acceso a financiamiento estable y asequible. Un fondo estatal de garantías que respalde créditos, mecanismos de cobertura frente a variaciones extremas de costos y un sistema simple de incentivos tributarios orientados a la creación de empleo local pueden convertir al emprendimiento en una verdadera vía de movilidad social. Juntas, estas medidas contribuyen a que quienes emprenden lo hagan con seguridad, con proyección y como parte integral de un desarrollo más integrador.
En suma, incorporar a la vida democrática sustantiva a los marginados por el neoliberalismo que se pretende radicalizar, no exige solo políticas compensatorias o dadivosas. Requiere reconstruir ciudadanía material,abrir espacios efectivos de poder, tejer comunidad, proteger frente a la precarización digital, reconocer identidades olvidadas, yproducir un nuevo relato comúny solidario donde todos vivan la democracia como algo propio, no como un espectáculo ajeno.
*Carlos Cerpa Miranda es exconcejal y exdirector laboral del Banco del Estado.