Roberto Pizarro Hofer / Desarrollo y planificación en el pensamiento de la Cepal

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Antes que naciera el pensamiento económico de la Comisión Económica para América Latina y El Caribe (Cepal), se pensaba que para alcanzar el desarrollo los países de América Latina y El Caribe (ALC) debían seguir el mismo camino de los países industrializados.

La Cepal desafía esa concepción y construye una teoría del desarrollo desde América Latina para las condiciones históricas de los países de la región, superando las visiones de los centros capitalistas y su idea de un único modelo de desarrollo, también válido para la periferia.

Elabora así los ejes centrales de su visión desarrollista: el desarrollo desigual centro periferia; la heterogeneidad estructural de nuestras economías; y la teoría del deterioro de los términos de intercambio. Consecuentemente, la propuesta de la Cepal radica en la industrialización como respuesta insoslayable para enfrentar el subdesarrollo.

En la concepción centro-periferia, la Cepal nos dice que los centros capitalistas y la periferia subdesarrollada desempeñan funciones diferentes, pero dentro de una misma totalidad mundial. Y que los países subdesarrollados, productores de bienes primarios, a diferencia de los desarrollados, productores de manufacturas, se ven perjudicados en sus vínculos al comercio internacional como consecuencia del deterioro de los términos de intercambio,

Entonces, el primer concepto fundamental del pensamiento económico de la Cepal es el cuestionamiento del desarrollo hacia afuera y se señala que la única solución viable es construir un desarrollo hacia adentro para lo cual la industrialización es indispensable.

El segundo gran concepto son las condiciones estructurales internas de nuestras economías: la heterogeneidad estructural, brillantemente explicada por el economista Aníbal Pinto (1).

A diferencia del capitalismo desarrollado, en ALC tenemos la coexistencia de actividades y ramas productivas con notables diferencias de productividad. Sectores económicos, basados en la producción primario-exportadora, con mejores tecnologías y elevada productividad, que conviven con sectores económicos atrasados de muy baja productividad. Así las cosas, existe en ALC una economía escasamente diversificada y dual, situación que todavía persiste en nuestros países.

En el año 1962, el secretario ejecutivo de la Cepal, Raúl Prebisch, creó el Instituto Latinoamericano de Planificación Económica y Social (Ilpes) porque estimaba indispensable la planificación para industrializar la región y avanzar al desarrollo.

Hay que recordar que en los primeros años de la URSS se impuso la planificación central y tuvo éxito para su crecimiento económico y, paralelamente, después de la segunda guerra mundial, también se impuso en las economías capitalistas de occidente la planificación indicativa, convirtiéndose en un complemento indispensable para ordenar los mercados.

En efecto, las economías europeas y el New Deal de Roosevelt en Estados Unidos, inspirados en J. M. Keynes, reconocieron en la planificación un instrumento imprescindible para hacer realidad el pleno empleo (2).

Así las cosas, el Ilpes apoya con decisión la planificación en los países de ALC. En especial, colabora en la instalación de ministerios o unidades de planificación en los países de la región. En los años 60 se abren más de 17 oficinas de planificación en los países de ALC y, simultáneamente, se impulsa la formación de miles de profesionales para los distintos niveles de la administración pública: central, sectorial y regional.

En esos primeros años de la Cepal-Ilpes se concebía imprescindible la planificación para avanzar al desarrollo, tanto para compatibilizar las medidas de corto plazo como para enfrentar los problemas estructurales señalados arriba.

Vale decir, la intervención del Estado en la economía y la planificación gubernamental eran ineludibles para dar una dirección al desarrollo y racionalizar las políticas de transformación productiva en favor de la industrialización. Sin embargo, no se consideraba la planificación como un sustituto de la economía de mercado sino un medio para dar mayor eficiencia al funcionamiento de esta.

En consecuencia, durante sus primeros 15 años, el trabajo del Ilpes apoyó vigorosamente la institucionalización de la planificación en ALC y ayudó a la formación de los cuadros profesionales para la preparación de los planes y programas de desarrollo y las estrategias a largo plazo. Por tanto, el Ilpes cumple, mediante la planificación, con convertir en realidad el planteamiento de la Cepal; vale decir, con hacer de la industrialización el eje central del desarrollo.

Sin embargo, a partir de los años 80, con la crisis de la deuda y las políticas de ajuste estructural en distintos países de la región, se inauguró un nuevo estilo de desarrollo. Se impuso en el pensamiento económico la preeminencia del mercado como mecanismo exclusivo para el funcionamiento de las economías. El Consenso de Washington en nuestra región, junto a la instalación de los gobiernos de M. Thatcher en Gran Bretaña y R. Reagan en EE. UU. (con el apoyo intelectual de Milton Friedman y Friedrich Hayek) entregan los fundamentos ideológicos para la desregulación y liberalización y la subsecuente reducción del Estado de las economías de ALC. A ello se agrega una profundización de la explotación de recursos naturales para la exportación y el olvido de la industrialización.

Así las cosas, el Estado y la planificación dejaron de tener la significación de los primeros años del Ilpes. Las políticas públicas se olvidaron de la industrialización y comenzaron a privilegiar el corto plazo, con hegemonía de la macroeconomía, los equilibrios fiscales y el freno a la inflación.

Por tanto, con el Estado reducido a una mínima expresión, acorde con el neoliberalismo en curso, el Ilpes concentra hoy día sus esfuerzos solo en la programación económica del sector público, inversiones y proyectos, y en propuestas sobre políticas regionales

En este nuevo contexto, el crecimiento sin dirección ni contenido, se considera la solución a todos los males y se ha convertido en la obsesión de políticos, empresarios, y economistas. El crecimiento es lo fundamental y lo social viene por derrame.

El abandono del concepto de desarrollo ha cerrado las puertas a la industrialización que propuso la CEPAL, exacerbando el extractivismo. La preocupación por la productividad se ha olvidado ya que con los bajos niveles de gasto en ciencia y tecnologías y sin actividades económicas nuevas, su mejoramiento es ilusorio.

El hecho ineluctable es que el crecimiento sin planificación, sin dirección, con un Estado pasivo, cierra las puertas al desarrollo.

El crecimiento sin apellido ha entregado a la política económica la exclusiva tarea del ordenamiento macroeconómico, renunciando a la orientación de los agentes económicos y recursos. Un crecimiento, sin políticas productivas y con Estado mínimo, dirige la inversión, nacional y extranjera, hacia la explotación intensiva de recursos naturales y cierra las puertas a iniciativas potenciales en favor de la producción de bienes de transformación.

Para avanzar al desarrollo se requiere un Estado activo, con políticas públicas que estimulen la inversión en nuevos sectores productivos, junto a la multiplicación de las inversiones en ciencia, tecnología e innovación. Estos son los requisitos para alcanzar el desarrollo. Se echa de menos la Cepal y el Ilpes de los años 60.

Notas

(1) A. Pinto, El pensamiento de la Cepal. Editorial Universitaria, 1969.

(2) Keynes señala que, en ausencia del automatismo del mercado, cuando aparece el desempleo, el Estado tiene que asumir la responsabilidad de establecer medidas a fin de elevar la demanda efectiva agregada a un nivel compatible con la utilización total de los recursos humanos.*Roberto Pizarro Hofer es economista y exdecano de la Facultad de Economía Política de la Universidad de Chile.

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