Mi tutor en Cambridge, hombre profundamente civilizado, no creía en la democracia. Admiraba mucho al director del colegio universitario por su sabiduría y perspicacia, y pensaba que el país estaría mejor bajo ese tipo de gobierno paternalista que con su actual forma de gobierno. Me dijo una vez que los miembros del colegio universitario llevaban quince años debatiendo la trascendental cuestión de cómo iluminar mejor el salón de actos, lo cual parecía salido de una novela de David Lodge. En su opinión, añadía, harían bien en dejar de pelearse y poner el asunto enteramente en manos del director. Su forma ideal de soberanía, en resumen, era una dictadura benévola, una frase que para la mayoría de nosotros es tan contradictoria como «ética empresarial»… [Continuar leyendo en sinpermiso.org]