Mariana Reyes Villalón / De la técnica Miyawaki y los permisos ambientales

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Durante la semana pasada se ha desatado un escándalo a través de ciertos medios y redes sociales, a raíz de la sugerencia de plantar árboles nativos con la técnica Miyawaki en un área verde que debe ser construida en el terreno de un terminal de buses. Dicha sugerencia se realiza en el marco del proceso de evaluación ambiental del proyecto Modificación del Proyecto Terminal de Buses del Sistema de Transporte Público de la Región Metropolitana El Retiro.

En este proceso, regulado por el Reglamento correspondiente, los servicios públicos revisan la Declaración o Estudio de Impacto Ambiental de un proyecto de inversión y formulan observaciones que deben ser respondidas por el titular del proyecto. Las observaciones pueden incluir solicitudes de ampliar la información entregada, precisar aspectos que puedan haber quedado poco claros o profundizar en los datos entregados. En el caso que estamos comentando, aparte de solicitar la plantación de árboles nativos, se recomienda incluir plantas nativas de bajo consumo hídrico, priorizar núcleos de árboles por sobre césped, incluir casas anideras para las aves, y señalética educativa de la flora y fauna nativa presente en el área.

El escándalo levantado en dos medios de prensa y en las redes sociales de conocidos lobbystas del mundo empresarial devela al menos tres cosas: 1) el desconocimiento acerca de la técnica Miyawaki; 2) la dificultad para cambiar la forma de construir ciudad; y 3) que el verdadero móvil detrás de este cuestionamiento es el interés en desmantelar el sistema de evaluación ambiental junto con los permisos sectoriales.

¿Qué es la técnica Miyawaki?

El desconocimiento acerca de la técnica Miyawaki llevó a algunos a pensar que se estaba solicitando la construcción de un jardín japonés. Nada más lejos de la realidad. Se trata de una técnica desarrollada por el botánico japonés Akira Miyawaki, cuya principal característica es la plantación de árboles en núcleos de alta densidad, junto con arbustos y todo tipo de plantas, preparando el suelo con abundante materia orgánica para obtener un bosque de rápido crecimiento.

Esta técnica ha sido aplicada con éxito en nuestro país, especialmente en la Región Metropolitana, tanto en zonas rurales como urbanas. Algo muy interesante es que estos bosques requieren cuidados durante los tres primeros años, después de los cuales se tornan autosuficientes. Lo que busca, entonces, la recomendación de utilizar esta técnica es  asegurar el éxito de la plantación y disminuir los costos de mantención futura.

Una ciudad diferente

En segundo lugar, se hace evidente la dificultad de concebir una ciudad diferente. Para muchos, las ciudades son y deben ser espacios de concreto y acero, con algunos árboles o áreas verdes como meros elementos decorativos. Sugerir la posibilidad de incorporar un pequeño núcleo de vegetación diversa y densa, dominada por especies nativas, les parece un despropósito porque en su mirada eso no corresponde a un espacio urbano, mucho menos considerar refugios para las aves, aunque en los estudios previos se haya identificado una gran diversidad de aves nativas en el lugar.

Que un terminal de buses destine menos del 10% de su superficie a un pequeño bosque urbano no es percibido como una posibilidad de mejorar la calidad del proyecto, ni la calidad de vida de las y los trabajadores que, en el futuro, deberán caminar por extensas superficies de concreto, luego de estacionar sus máquinas para dirigirse a los espacios de descanso entre turnos.

Uno de los desafíos más urgentes que hoy enfrentamos es reducir la vulnerabilidad de las ciudades ante los efectos adversos del cambio climático, con un enfoque de justicia territorial. Nuestro país cuenta con la Ley Marco de Cambio Climático (Nº 21.455) que crea el marco jurídico para enfrentar el cambio climático en materia de mitigación y adaptación con una mirada de largo plazo. Esta ley exige que los proyectos que deben someterse a evaluación de impacto ambiental consideren la variable cambio climático en el análisis de los componentes ambientales, incluyendo recursos hídricos y biodiversidad, entre otros. Para que esta disposición sea aplicable, el Servicio de Evaluación Ambiental elaboró una “Guía Metodológica para la Consideración del Cambio Climático en el SEIA”, la cual destaca la “relevancia de incluir soluciones basadas en la naturaleza que, de manera eficaz y adaptativa, proporcionen beneficios para el desarrollo sustentable y la biodiversidad” (p. 75).

Una de las medidas recomendadas globalmente para la mitigación de las altas temperaturas, la regulación de las islas de calor y la captura de carbono es la arborización. Esta medida ha sido incluida en los planes de acción climática regionales y comunales, y ya está siendo implementada mediante plantaciones en todo tipo de espacios públicos. En la Región Metropolitana está en marcha la creación de una Red de Bosques Miyawaki, con una meta de 100.000 árboles y arbustos en 33 comunas, impulsada por el Gobierno Regional.

A pesar de todos estos antecedentes prevalece en círculos empresariales y políticos una visión que desconoce la importancia de la vegetación y de la biodiversidad urbana y considera que exigir su protección o incorporación en los proyectos inmobiliarios o de infraestructura es una barrera para la inversión y una exigencia excesiva. Ni siquiera los demostrados beneficios para la salud y el bienestar de las personas logran modificar esa visión. Tampoco se debe exigir, ni siquiera sugerir, que el proyecto contribuya a mejorar la calidad ambiental de su entorno. Claramente, se trata de una visión que considera que la ciudad debe construirse a la medida de la rentabilidad del capital y no en función de las necesidades o el bienestar de las personas que la habitan.

¿Permisología?

Lo anterior nos lleva al tercer elemento que está en discusión: la cruzada empresarial contra los permisos ambientales, la cual es respaldada por los partidos que tradicionalmente representan al empresariado. Las publicaciones tratan de instalar el argumento de que las exigencias ambientales son arbitrarias y constituyen un exceso regulatorio que estaría generando una barrera injustificada para el desarrollo de infraestructura e inversiones que el país requiere. Atribuyen al proceso de evaluación ambiental demoras excesivas que irían en desmedro de la inversión nacional y extranjera. Y tratan de asimilar la evaluación ambiental, que es un proceso complejo que involucra a múltiples servicios coordinados por el Servicio de Evaluación Ambiental, con los permisos sectoriales que son aquellos que aplican a aspectos específicos de los proyectos, como los permisos sanitarios o de edificación.

Todos estos argumentos no son más que retórica construida para desacreditar cualquier tipo de permiso, como si fuera posible o razonable que la inversión se despliegue a sus anchas, sin más limitaciones que las dictadas por el mercado o las fuentes de financiamiento. Las candidaturas de derecha recogen estos temas y prometer eliminar las trabas a la inversión, para facilitar el despliegue del capital.

Una nueva propuesta de desarrollo

En este contexto es importante levantar los contenidos concretos de una nueva propuesta de desarrollo desde las candidaturas de izquierda. La propuesta de un desarrollo basado en la innovación, en el incremento del valor agregado y en las energías limpias, debe considerar también soluciones innovadoras para mitigar los potenciales impactos ambientales, protegiendo el bienestar de las personas y la integridad de los sistemas naturales.

Hay un enorme espacio para la innovación y la creación de empleos de calidad en la producción de energías limpias, en la valorización de residuos, en la industria alimentaria, en la agroecología y la ganadería regenerativa, por mencionar solo algunos campos en los cuales hay capacidad instalada en nuestro país, y solo se requiere un decidido apoyo de la inversión pública.

La propuesta debe demostrar que la consideración de todos los aspectos ambientales y sociales no es un freno a la inversión, y que un impulso al desarrollo puede, al mismo tiempo, contribuir a la mitigación de los efectos del cambio climático y a construir una mejor ciudad y un mejor país para todas y todos.

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