Eugenia Brito / Lotty Rosenfeld. Lectura de signos en el trazado urbano

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La emergencia en Chile durante la dictadura de la artista visual Lotty Rosenfeld comienza con la intervención en el espacio urbano, con una “acción de arte” que se denominó Una milla de cruces sobre el pavimento.

En ese entonces, la artista pertenecía al CADA (Colectivo de Acciones de Arte), integrado por Diamela Eltit, Raúl Zurita, Juan Castillo, Fernando Balcells y ella misma, grupo que se propuso modificar el/los escenario/s del arte, integrando la ciudad en crisis, centralmente, por las graves tensiones generadas por la dictadura. El grupo buscó traspasar la vida cotidiana al arte e incorporarse a las corrientes neovanguardistas.

Lotty Rosenfeld tenía ya una trayectoria artística proveniente del grabado cuando se incorpora al CADA y desde allí reescribe su identidad como artista para situarse sólidamente como la figura que repiensa, retrama y reescribe el sistema de signos unidos a la circulación y al tránsito urbano.

No es casual que esta poética suya, la apropiación del signo +, las cruces en el pavimento, que se inician en 1979, coexistan con la primera acción de arte del CADA: “Para no morir de hambre en el arte”.

Acción multiplicativa, que ocupó camiones lecheros que desfilaron por la ciudad, mientras los artistas distribuían bolsas de leche a pobladores, pidiéndoles la entrega del envase vacío al día siguiente, para que escritores y artistas los ocuparan como soporte de arte. Al mismo tiempo, instalaron una sábana blanca para alterar la fachada del Museo de Bellas Artes y transmitir el tema de la performance y, posteriormente, frente a las Naciones Unidas, leyeron en 5 idiomas un discurso sobre el hambre y la carencia, cuyo nombre es: “No es una aldea” (https://www.archivosenuso.org/viewer/72#). Este gesto disruptor va a convertirse en una política de lectura del espacio urbano y, por extensión, de cualquier espacio. Vale decir, la calle alterada se va a constituir en metáfora de la mente y de la capacidad humana de significar, de hacer signos que contengan, que controlen, que rearticulen la realidad.

Su primera performance, “Una milla de cruces sobre el pavimento”, va a ser acompañada por un video-registro, gesto políticamente significativo que inicia la apertura de una memoria urbana. Importa señalar que Lotty Rosenfeld es la primera en politizar, desde la resistencia en Chile, el espacio ocupado por la dictadura. Importa reconocer que es la primera, entre hombres y mujeres, en intentar abrirlo y deconstruirlo.

Valdría la pena señalar que Lotty Rosenfeld se conecta con Diamela Eltit, quien años más tarde lanzaría su primera novela, Lumpérica(Santiago, Ediciones del Ornitorrinco, 1983). Dicha novela plantea un nuevo sitio de enunciación literaria, al convertir la situación de la figura que habla/escribe en un deíctico, una figura de enunciación de un proceso literario-cultural en el cual emerge LIluminada como cuerpo escénico en el que se articula una propuesta deconstructiva de la historia política chilena para abrir paso a la mujer, la marginalidad, la miseria.

Esta sincronía entre una figura de las artes visuales y una de la literatura, revela la interacción profunda de dos artistas, a la par que recuerda la clave semiótica o semiológica subyacente en la articulación de sus obras. La lingüística, desde donde emana la semiología, es clave para entender el proceso deconstructivo que emergió en los años 80 y para comprender las formas en que ese proceso llega al arte.

El signo + desarma todo binarismo, desestabilizando los soportes que articulan el pensamiento occidental. La práctica de Lotty Rosenfeld se sitúa en 1979, en la dictadura chilena, como una línea abstracta y alegórica que intenta dejar el presente dictatorial como línea del pasado. Visibiliza, así, en esa misma línea, las huellas de la colonización y el vasallaje, hasta llegar a 1973, demarcando la zona de una herida, cuyo hematoma se instala sobre un cuerpo ya muchas veces violentado en su carácter tercermundista. Y lo que se lee es la escena de un crimen y lo que abre es la necesidad de un duelo.

O sea, sobre el gesto de la colonización y el falologocentrismo se abrió un espacio para pensar la dictadura y la tiranía, dando paso a un tercer tiempo que es la cita de estos dos anteriores para diseñarse como trazo mnemónico, virtual y latente. Esto es lo que la operatoria de Lotty Rosenfeld, en su dimensión abstracta, matemática, conceptual, genera para el pensamiento chileno.

Sin embargo, su obra va más allá del mundo local para intentar leer los signos del poder. Lo hace yendo desde el paisaje chileno, hasta Estados Unidos (Bolsa de Comercio de Nueva York, la Casa Blanca y, más tarde, cruzando fronteras, para mostrar la demarcación territorial como signo del poder.

En 1985, la instalación Proposición para (entre) cruzar espacios límites (video acción), muestra videos instalaciones que ponen en escena dos fronteras, la de Chile con Argentina y la de las dos Alemanias.

Ese mismo año se proyecta el video Paz para Sebastián Acevedo, recordando el acto mediante el cual este obrero chileno se inmolara para lograr la liberación de sus hijos, detenidos por organismos de seguridad de la dictadura.

En Cautivosjuega polifónicamente con el doble sentido de esta palabra: por una parte, alude a la lucha por recuperar la democracia y, por otra, a la dificultad de romper con los sistemas de representación del poder. Ubicándose en un hospital que nunca se terminó y que correspondió a un proyecto político de Allende, se muestran distintas imágenes, la de Karin Eitel y la de un soldado alemán que aterriza ilegalmente en Rusia. Arbitrariedad y violencia como prácticas que someten y erosionan al sujeto dejándolo a merced de políticas impuestas por las hegemonías.

Moción de Orden es un proyecto macizo de Rosenfeld, que se presenta en el año 2002, en el que tras filas de hormigas que se desplazan, hacen su recorrido y se apartan para volver a la ruta programada, se proyectan imágenes de distinto tiempo y espacio: el comandante Chávez tachando listas, George Bush de vacaciones tras la caída de las Torres Gemelas, prisioneros políticos chilenos, Mohamed Alí ante un tribunal, Fujimori mirando a Néstor Zerpa, francotiradores en Bosnia.

Siguiendo el pensamiento de Gayatri Spivak, para quien una práctica artística puede tener tanta dimensión política como el activismo, creo que la obra de Lotty tiene esa dimensión al instalarse como un signo de la otredad y materializar de esa forma una mirada analítica al discurso cultural que incluye no solo el sistema lingüístico, sino también los valores, las ideas, las representaciones culturales, y las éticas y estéticas que circundan el escenario de la nación.

Su mirada cuestiona el sistema de signos y tiene un componente pensante, riguroso y sistemático que coincide con el surgimiento de las voces otras dentro del mundo cultural.

Finalmente, cabe señalar a la artista como una de las gestoras de la consigna política No + del grupo CADA, que fue y sigue siendo el eje articulador de toda demanda de justicia, consigna que ha viajado por toda Latinoamérica.

*Eugenia Brito es poeta y crítica cultural.

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