Las características tan extravagantes de este fraude no las soportará nadie. En un país ya fracturado, esta crisis podría alimentar una nueva emigración masiva, con un impacto que abarcará toda América Latina.
Maduro vuelve a escabullirse de nuestra atención. Durante un par de meses nos atrapa, pero luego olvidamos que existe Venezuela. Es un ciclo que se repite desde 2016, cuando comenzó a socavar el poder del Parlamento, y que se consolidó en 2017 al intentar cerrarlo. Desde entonces, lleva casi una década dejando claro al mundo su vocación autoritaria
La primera vez que supe de Maduro fue en 2008, en el Mercado Central de Santiago de Chile. En el restaurante “Donde Augusto” había fotos de Don Augusto con Nicolás Maduro Moros, entonces canciller de Venezuela.
En esa ocasión, almorzamos con mis primos venezolanos, quienes entre bromas insistieron en que esas imágenes debían desaparecer. Recuerdo esta anécdota porque refleja que, mucho antes de ser presidente, Maduro ya era carismático. Sin embargo, subestimar su capacidad ha sido uno de los principales errores al analizar su régimen.
Volvamos al presente. Resulta imposible guardar silencio ante el fraude electoral más descomunal de la historia reciente de América Latina. Aunque en el pasado diversos líderes han denunciado irregularidades, nunca se había visto un caso donde no se presentara ningún dato. El Consejo Nacional Electoral venezolano no entregó las actas de cada mesa, ni siquiera datos básicos como el orden de las candidaturas o los resultados regionales. Anunciaron un hecho histórico, pero sin detalles ni respaldo. Seguir leyendo…