Quiero agradecer la invitación de la Juventud Socialista a presentar esta interesante antología de textos de Antonio Gramsci. También quiero felicitar a la Editorial Pólvora por esta magnífica edición y por el destacado trabajo que vienen realizando.
Esta antología recoge escritos de Gramsci anteriores a su encarcelamiento en 1926. Recordemos que su reclusión se extenderá por 10 años y que recuperará la libertad a comienzos de abril de 1937 y fallecerá a los pocos días de ser liberado. Encontramos, entonces, en este libro, algunos de los trabajos iniciales, o se podría decir de juventud, de Gramsci, los que permiten formarse la idea de que varias de sus contribuciones principales posteriores están en potencia en esta etapa y terminarán de madurar en lo que conocemos como Cuadernos de la cárcel.
Recomiendo con entusiasmo este libro porque no siempre es fácil leer a Gramsci, dada la dispersión y fragmentación de su obra, la que se explica, en buena medida, por las restricciones y precariedades en las que trabajó, sobre todo en el periodo de la cárcel.
Entender a Gramsci implica saber leerlo en su contexto histórico para, de esta manera, comprender con quién está debatiendo y en torno a qué. Las explicaciones del profesor Guido Liguori, que anteceden cada uno de los textos compilados, contribuyen a esta comprensión y hacen de este libro una excelente entrada a la obra de Gramsci.
En esta presentación, quisiera, por un lado, destacar algunos textos de este libro que me parecen especialmente relevantes para entender el pensamiento gramsciano y, por otro, compartir algunas reflexiones sobre por qué Gramsci importa de manera especial a los socialistas chilenos y no es, para nuestra realidad e historia, un pensador más.
Gramsci: el fascismo entiende mejor que nosotros Italia
Empezaré por destacar el último texto que recoge este libro: “Algunos temas sobre la cuestión meridional”. ¿Por qué este texto es importante dentro del pensamiento de Gramsci? La Italia meridional es la Italia del sur, por aquel entonces y hasta hoy, de carácter rural y campesino, mucho más atrasada económicamente que el norte de Italia, este último más rico e industrial. Gramsci era de Turín, es decir, del norte de Italia.
El desafío de entender y proponer algo para el sur de Italia equivalía a constatar que las categorías y conceptos con los que se analizaban las fuerzas proletarias del norte no permitían entender el sur. Gramsci habría sostenido: el fascismo entiende mejor que nosotros la sociedad italiana. Y el sur era el mejor ejemplo de que los comunistas de Turín no conocían el conjunto de Italia.
La unidad de la clase obrera y del campesinado era una cuestión fundamental para el proceso italiano de la década del 20 del siglo pasado, y el ortodoxo marxismo dominante no ofrecía las herramientas de análisis que permitieran integrar a una parte importante de los sectores sociales dominados de Italia.
De aquí destacaría, en primer lugar, el esfuerzo de Gramsci por hacer del socialismo una propuesta política situada en la estructura de clases reales del país, y no quedar encerrado en un obrerismo aislado y sectario; y, en segundo lugar, el planteamiento de que el socialismo debía ser nacional, es decir, dar cuenta en su propuesta y en su praxis del conjunto de la sociedad no solo de una parte de esta. El socialismo debía arraigarse en la cultura nacional para salir de una cierta élite y volverse un fenómeno de masas.
Ir más allá del proletariado ya adelanta un concepto clave en su pensamiento posterior como es el de “hegemonía”, es decir, la idea de que se requiere ser clase dirigente no solo de los grupos más afines sino de toda la estructura social subalterna o dominada.
Si se me permite la analogía, esto equivale a la definición de la declaración de principios de 1933 del Partido Socialista de Chile que rompe con el obrerismo de la época, que caracterizaba al Partido Comunista, y define al sujeto del cambio como los “trabajadores manuales e intelectuales”. El PS chileno no mira en ese momento hacia el campesinado, como lo hace Gramsci, sino hacia la emergente clase media, pero tiene en la base el mismo impulso de desbordar la sola identificación del socialismo con el proletariado y de salir de un cierto sectarismo de clase.
La importancia de la voluntad en la historia
Un segundo aspecto que destacaría del pensamiento de Gramsci, y que este libro recoge, es su temprano reconocimiento del factor subjetivo o de algún grado de autonomía de la política respecto del desarrollo económico.
Esta definición es muy importante y aquí está polemizando con una visión evolucionista y economicista, según la cual el capitalismo dará origen al socialismo producto de su propio desarrollo. Gramsci sostendrá que esta es una postura mecanicista que conduce a la inacción o a un reformismo sin vocación de cambio.
En “La revolución contra El Capital” da cuenta de la paradoja que encierra la revolución rusa en un país “retrasado” económicamente y en muchos sentidos precapitalista. La revolución rusa le permite argumentar que las revoluciones no se producen de manera espontánea, sino que son el fruto de coyunturas políticas específicas (como lo fue el fin de la Primera Guerra Mundial para la revolución bolchevique), contingencias muchas veces impensadas y que requieren mucho despliegue táctico.
El lugar que Gramsci le asigna a la subjetividad y a la voluntad humana -incluso al voluntarismo, en sus primeros textos- lo conducen a valorar el rol del partido y de la militancia. Su citado texto “Contra los indiferentes” no es simplemente un alegato contra la pasividad de carácter moral, sino que encierra una visión de la política, donde el rol de la voluntad y de la acción son determinantes para que el cambio suceda. “Vivir significa tomar partido” dice Gramsci al inicio de ese texto. Y aquí el “partido” creo que puede leerse en su doble acepción: hacerse parte de una causa y organizarse políticamente.
Otro tanto se puede decir del texto “Contra el pesimismo”, en que alega contra la pasividad y el fatalismo. Nuevamente encontramos aquí la reivindicación de la voluntad humana en la historia. El texto acusa de pesimismo a los “maximalistas” dentro del partido. Entre ellos a Bordiga, su gran adversario interno. Gramsci identifica un tipo de planteamiento que se puede observar dentro de los partidos de izquierda: una visión tan purista que se opone a cualquier alianza o a cualquier acción que pueda significar una “desviación” de la doctrina. Gramsci la cataloga como una posición ultraizquierdista que en aras de la pureza doctrinaria utiliza una fraseología impecablemente revolucionaria que conduce siempre a la inacción. Por el contrario, él pone mucho énfasis en encontrar las “grietas” de la coyuntura, en especial del adversario, y tener mucha flexibilidad táctica para poder intervenir con éxito sobre la realidad.
Importancia de la cultura y la política como anticipación del futuro
Otro tema muy caro al pensamiento de Gramsci es el rol de la cultura en el proceso político de transformación social. Este interés se observa en el texto “¿Marinetti revolucionario?”. Allí, Gramsci mira con simpatía la corriente artística conocida como “futurista” que desafiaba a la cultura burguesa. En los Cuadernos, Gramsci cambia su valoración y expresa su crítica al futurismo, movimiento que en parte importante termina adhiriendo al fascismo. También ello queda estampado en una carta que dirige a León Trotsky quien le pide que le cuente sobre esta vanguardia artística italiana. Pero tanto en la valoración como en la negación del futurismo está expresada la misma preocupación de Gramsci: cuáles serán las obras artísticas de la cultura socialista, su música, sus novelas, su artes visuales; como debería ser una expresión cultural propia de los trabajadores.
Por último, quisiera destacar la propuesta de los Consejos de Fábrica que aparece en varios textos de esta obra. Gramsci se percata de que los sindicatos son organizaciones que defienden el interés de los trabajadores pero que no disputan el control de los procesos productivos o, sino el control, a lo menos la indicación de otras formas de organizar la producción con un protagonismo de los trabajadores.
Gramsci considera los Consejos de Fábrica como un embrión de futuro. Más que reivindicar los Consejos para nuestro presente histórico, es interesante llamar la atención sobre el hecho de que Gramsci asignaba a estas y otras experiencias un sentido anticipatorio. Por ejemplo, al referirse al partido, en otros textos, también sostendrá que este debe anticipar el tipo de sociedad que se quiere construir.
En esta idea anticipatoria está contenida una concepción de la revolución o del cambio social como un proceso que no se resuelve en un solo acto sino que es una larga construcción, en marcha en el aquí y el ahora, de las formas de vida que se quisiera ver realizadas en el futuro.
¿Por qué Gramsci es especialmente importante para los socialistas chilenos?
Concluyo con una breve reflexión sobre por qué Gramsci importa de manera especial a los socialistas chilenos.
La principal construcción teórica e histórica del socialismo chileno y de la izquierda en nuestro país fue la llamada “vía chilena al socialismo” o que también podemos denominar “allendismo”.
Se trataba de una propuesta que era capaz de mantener tensionada la crítica al capitalismo y la propuesta de cambios estructurales siguiendo una vía democrática. Era buscar avanzar hacia formas socialistas por la vía de una radicalización y profundización de la democracia, exigiéndole a esta que cumpliera sus promesas de libertad e igualdad.
La búsqueda en la actualidad de un “allendismo posible”, como lo denominó Antonio Cortés Terzi, no nacería, por supuesto, de la mera reedición de lo que fue la experiencia de la Unidad Popular. Nadie se baña dos veces en las mismas aguas. Pero hacer transformaciones profundas por una vía democrática es un proyecto vigente. Y ese proyecto requiere de Gramsci, de un diálogo entre “allendismo” y Gramsci, en el que, por ejemplo, el concepto de hegemonía tenga centralidad. Ganar elecciones sí, pero no solo eso sino también ir construyendo la capacidad del socialismo de dar sentido y dirección al conjunto de la sociedad, en un proyecto nacional y popular.
Este es un desafío teórico y político mucho más grande que deslizarse simplemente hacia una socialdemocracia cuya viabilidad en América Latina está aún por verse. El “allendismo” y la socialdemocracia tienen en común que buscan avanzar por medios democráticos, pero en la lucha por el poder, en la promoción de un sujeto popular, en la identificación de los obstáculos oligárquicos presentes en nuestras sociedades y en el alcance de sus objetivos en cuanto a la profundidad del cambio al que aspiran difieren de manera importante.
Seguir pensando el socialismo y un proyecto de transformación radical bajo los parámetros democráticos requerirá, sin duda, de mucha capacidad de comprensión de nuestra sociedad y de una imaginativa aplicación de diversas teorías críticas, pero entre estas, sin duda, las ideas de Gramsci tendrán siempre una especial centralidad.
*Texto leído en la presentación del libro Masas y partido. Antología. Antonio Gramsci (1910-1926) realizada el 23 de octubre de 2024 en la sede de Santiago del Partido Socialista de Chile y organizada por la Juventud Socialista y la Editorial Pólvora.