Iniciar este camino
Ser concejala de izquierda en una comuna donde más del 60% de sus habitantes adhiere a ideas conservadoras, y donde el 90% del Concejo Municipal pertenece a la derecha, es enfrentar a diario el desafío de ejercer un rol político desde una profunda asimetría de fuerzas.
No se trata simplemente de tener ideas distintas o de pertenecer a otro sector político. Se trata de levantar la voz en un espacio donde muchas veces se entiende la gestión como simple administración. Se trata de representar a una parte importante de la comuna que no se siente representada por el perfil que le suele ser asociado, pero que, sin embargo, existe, resiste y aspira a cambios reales.
Llegar a este cargo ha significado asumir que la tarea no es fácil, ni cómoda. Significa también comprender que, aunque numéricamente la representación sea mínima, el mandato ciudadano de construir un municipio más justo, transparente y participativo sigue intacto.
Desde el primer día, el compromiso ha sido claro: estar al servicio de la comunidad, sin importar cuán adverso sea el contexto institucional.
¿Qué significa ser oposición en el Concejo Municipal?
Ser oposición en un concejo dominado casi en su totalidad por la derecha no es simplemente votar distinto. Es ocupar el lugar incómodo de quien interpela, de quien pregunta, de quien exige rendición de cuentas.
En la práctica, cuando la mayoría responde a la misma matriz ideológica, el Concejo corre el riesgo de convertirse en una instancia administrativa donde las decisiones se validan sin verdadera deliberación. El debate democrático se debilita, la fiscalización se ve como una molestia, y el disenso es considerado una amenaza más que una oportunidad de mejora.
Sin embargo, sería injusto decir que no ha existido ningún espacio de colaboración.
En varias ocasiones, hemos logrado trabajar en conjunto con concejales de otros sectores políticos en favor de nuestros vecinos y vecinas.
Cuando las necesidades de la gente son urgentes —ya sea en temas de salud, seguridad o acceso a espacios públicos—, la voluntad de colaboración ha surgido por encima de las diferencias ideológicas. Esos momentos demuestran que, cuando existe disposición, es posible construir consensos para el bien común.
Aun así debo decir que estas han sido menos veces de las que uno quisiera.
Pero más allá de esas excepciones, el rol de oposición sigue siendo vital: no solo para controlar y fiscalizar, sino para mantener encendida la exigencia de que la política municipal debe ser inclusiva, justa y al servicio de todas y todos. Y no de oposición por ser oposición, sino que representando un proyecto de izquierda progresista como lo es el Frente Amplio, posicionándose desde un trabajo feminista, ecologista, y que aspira a una plena democracia política, social y económica.
Obstáculos diarios: votaciones, bloqueos y silencios
La labor cotidiana está marcada por dinámicas de exclusión que van desde la votación automática en bloque hasta mecanismos más sutiles de bloqueo.
Muchas propuestas presentadas desde una mirada distinta son rechazadas de forma casi inmediata, sin que medie un debate de fondo. En otros casos, los proyectos simplemente se dilatan: “volveremos a estudiarlo”, “se solicitarán más antecedentes”, “lo veremos en otra comisión”.
Técnicamente, son respuestas formales; políticamente, son estrategias para frenar cambios que incomodan.
Pero el obstáculo más desgastante es el silencio. No el desacuerdo explícito, que permite al menos confrontar ideas, sino la indiferencia. Presentar ideas y recibir como única respuesta el mutismo o las miradas vacías se vuelve una forma de anular el debate sin necesidad de confrontarlo.
Aun así, cada intervención, cada objeción, cada pregunta incómoda es un recordatorio: la democracia no es un mero trámite, y quienes representamos miradas distintas estamos aquí para ejercer nuestro rol con dignidad, a pesar de los obstáculos.
Construir desde la resistencia: estrategias para avanzar
Ante este escenario, la estrategia no puede ser solamente resistir: hay que construir alternativas desde todos los espacios posibles.
Una herramienta fundamental ha sido fortalecer el trabajo territorial. Estar en los barrios, conversar directamente con la gente, escuchar sus problemas y canalizar sus demandas ha sido una manera de mantener viva la representación popular más allá del Concejo.
Otra estrategia ha sido la insistencia sistemática: presentar proyectos, pedir fiscalizaciones, elevar denuncias, aunque sepamos que serán archivadas o ralentizadas. No por capricho, sino porque cada acción deja huellas políticas y administrativas que algún día podrán ser retomadas.
Además, ha sido clave articular redes fuera del concejo: con parlamentarios, organizaciones sociales, Juntas de Vecinos, colectivos medioambientales, entre otros. Esta red de apoyo ha permitido amplificar nuestras voces y presionar cuando los canales institucionales se cierran.
Finalmente, mantener la coherencia ética ha sido central. En un escenario donde la política suele ser percibida como oportunista, actuar de cara a la ciudadanía, con transparencia y compromiso, se convierte en un acto de resistencia y de construcción de confianza a largo plazo.
El vínculo con la comunidad: más allá del Concejo
Más que en las sesiones del Concejo, es en el territorio donde la política cobra un verdadero sentido.
El contacto directo con la comunidad permite construir poder popular: explicar cómo funciona el municipio, cuáles son los derechos de los vecinos y cómo pueden organizados influir en las decisiones locales.
Es, también, un ejercicio de visibilización de las realidades ocultas: los sectores marginados, los problemas para acceder a las ayudas del municipio o las luchas medioambientales que los grandes discursos de modernización suelen ignorar.
Pero no todo ha sido denuncia. A través del trabajo territorial, también he impulsado ideas comunitarias, apoyado redes de colaboración entre vecinos, fortalecido iniciativas culturales y sociales que surgen desde la base.
Allí, en las calles, en las ferias, en los centros comunitarios, hemos encontrado la verdadera fuente de esperanza: la convicción de que la transformación viene de abajo, de quienes han construido y construyen diariamente la comuna, muchas veces lejos de las decisiones oficiales.
La importancia de sostener la esperanza
Ser concejala de izquierda en este contexto no es tarea fácil. A veces pesa la soledad política, la frustración ante los bloqueos, el cansancio de remar contra la corriente.
Pero cada pequeño logro y cada avance, cada vecino que siente que su voz fue escuchada, cada acto de resistencia, renueva la fuerza para seguir adelante.
La esperanza no es ingenua. Es una decisión política, una convicción de que aunque hoy las mayorías se impongan, el trabajo de base, la persistencia y la coherencia terminarán por abrir nuevos caminos.
Nada está escrito de antemano. Cada comuna, cada barrio, cada comunidad, guarda dentro de sí el germen de la transformación. Y mi comuna no está exenta de eso.
Y mientras existan quienes crean, trabajen y luchen por construir municipios más justos, la esperanza seguirá siendo nuestra forma más poderosa de resistencia.
*Nayati Mahmoud es militante del Frente Amplio y concejala en la comuna de Las Condes (Región Metropolitana).