Cada vez que un proceso electoral no resulta como algunos esperan, surgen voces ansiosas por decretar defunciones políticas. En los días posteriores a las primarias presidenciales, no faltaron titulares y comentarios que intentaban encasillar al Frente Amplio en una narrativa de “desfonde” o “derrota partidaria”.
Quienes militamos, organizamos y luchamos por transformar Chile desde nuestras bases, sabemos que esa lectura es superficial, errada y, en muchos casos, interesada.
¿Podemos mejorar? Siempre. ¿Hay autocríticas que hacer? Por supuesto, y deben hacerse con la misma honestidad con que hemos intentado hacer política desde que surgimos como fuerza alternativa al duopolio. Pero una cosa es evaluar críticamente y otra muy distinta es confundir un resultado electoral parcial con el fin de un proyecto político.
Las primarias son una herramienta importante de democratización, pero también tienen límites estructurales. Su bajo nivel de participación es un reflejo del desapego ciudadano hacia formas tradicionales de competencia política y no necesariamente una condena a un proyecto determinado. Más aún: nuestra decisión de empujar primarias abiertas, a pesar de las dificultades y del desgaste que implica competir entre aliados, es una señal clara de nuestro compromiso con la democracia interna y con la renovación de liderazgos.
El Frente Amplio nace para cambiar las reglas del juego, para redistribuir el poder, y para construir un país más justo y solidario desde la diversidad de sus territorios. Eso no ocurre en una elección, ni en dos. Ocurre con trabajo sostenido, con coherencia política y con la capacidad de aprender de cada paso; también de los que duelen.
No negamos que hay desafíos. La unidad del progresismo debe dejar de ser una consigna vacía y convertirse en una práctica real y cotidiana. Eso implica no solo compartir candidaturas, sino también proyectos de país. Y eso requiere generosidad, pero también claridad: no todo acuerdo electoral suma si se desdibuja el rumbo.
Mientras algunos hacen cálculos con la lupa puesta en la próxima elección, desde el Frente Amplio seguimos mirando el horizonte. Seguimos formando cuadros, construyendo organización territorial, participando en gobiernos locales y proponiendo reformas estructurales. Y, sí, también seguiremos compitiendo, con convicción y sin miedo a perder, porque entendemos que la transformación profunda no se construye desde la comodidad, sino desde la persistencia.
El triunfo claro de Jeanette Jara significó una derrota electoral para el Frente Amplio, pero no de su proyecto. No de las alianzas que ha construido ni del programa que hemos tratado de implementar como gobierno. Por el contrario, ella encarna parte importante de las realizaciones del gobierno que encabeza un militante de sus filas.
La continuidad de un partido no se juega en una elección, si se construye en base a valores, propuestas y con raíces en la historia de la izquierda y del movimiento popular chileno.
A quienes hoy quieren vernos derrotados, les decimos: no hemos venido a administrar lo posible, sino a empujar lo necesario. Y eso no se mide en una primaria, sino en el tiempo largo de la historia. El FA no se ha desfondado. Por el contrario, está creciendo y echando raíces.
*Bernarda Pérez Carrillo es integrante de la Dirección Nacional del Frente Amplio.