Según las propias y autocelebradas palabras del presidente Javier Milei, la política económica aplicada por su gobierno representa el ajuste estructural más brutal de la historia. Solo se necesitó un año para que se produjeran las previsibles consecuencias sociales que las estadísticas oficiales confirman: un impresionante crecimiento de la pobreza y de la indigencia; la ostensible pérdida del poder adquisitivo de salarios y jubilaciones; feroces recortes de los presupuestos de salud y educación pública, políticas sociales y obras públicas.
Este ajuste, mucho más profundo que el que la más aplicada ortodoxia neoliberal del FMI exigía, ha estado acompañado de una ya conocida política de la nueva derecha mundial que convoca a la xenofobia, al racismo, a la discriminación y a la homofobia, y llama a retroceder en los avances en derechos humanos, derechos sociales y políticas de igualdad conquistados por los movimientos de mujeres y organizaciones sociales en las últimas décadas. En esta “batalla cultural”, la dirigencia libertaria, con herramientas mediáticas y lenguaje de estos tiempos, intenta presentar sus políticas como la revolución anarcocapitalista que llega para destruir al Estado, el mismo Estado que acaba de otorgar increíbles beneficios impositivos a grandes grupos económicos multinacionales en petróleo, gas y minería.
Cuenta el gobierno con el verificable éxito de haber bajado transitoriamente la inflación, a un altísimo costo de recesión y desempleo, lo que, ante una sociedad fatigada de sucesivos fracasos de gobiernos anteriores en esta materia, le permite sostener hasta hoy altos índices de apoyo similares a los con que ganó las elecciones hace más de un año.
El presidente Javier Milei vocaliza diariamente con recursos escatológicos el engañoso mensaje de su combate a “la casta”, discurso que le permitió llegar al poder sin ninguna estructura política, con importante apoyo del sector económico y mediático, poder que sostiene con leyes y Decretos de Necesidad y Urgencia a través de las peores, conocidas y anacrónicas, prácticas de canje de votos en el Parlamento Nacional y de hechos sospechosos de corrupción.
La Libertad Avanza es el espacio político emergente de una Argentina que padece desde hace tiempo un lamentable proceso de decadencia institucional, con partidos políticos, dirigencia política y sistema político subsumidos en una gran crisis de representación, credibilidad, legitimidad e identidad respecto de la sociedad. Esta crisis ha generado una brecha entre el mundo social y el mundo político que obedece a múltiples factores que explican por qué en 40 años de democracia, salvo breves lapsos, los distintos gobiernos no supieron, no pudieron o no quisieron encontrar el camino de solución a los graves problemas estructurales del país como, entre muchos otros, el endeudamiento externo.
Este año, 2025, se realizarán en octubre las elecciones de medio término de diputados en todo el país y de senadores nacionales en un tercio de las provincias. Será, entonces, el momento donde la voluntad popular tendrá la posibilidad de expresar un freno al modelo de exclusión social y autoritarismo del actual gobierno, abriendo un espacio para la expectativa de construir, de abajo hacia arriba, una alternativa verdaderamente progresista.
La actual situación podría describirse con aquellas palabras que escribió Antonio Gramsci en sus “Cuadernos de la cárcel”: “Lo viejo no tarda en morir, y lo nuevo no tarda en nacer, y en ese claroscuro surgen los monstruos”. Argentina vive, más que vivir, padece, los momentos de ese claroscuro. Su tiempo, ese inasible factor de permanencia, lo determinará, como ha sido siempre a lo largo de la historia, el pueblo.
Argentina, 2 de enero de 2025.
*Rubén Giustiniani, importante figura del socialismo argentino, actualmente preside el Partido Igualdad y Participación que contribuyó a fundar en 2015.
*Una fotografía de Chequeado