Marybel Fuentemavida Vásquez
“El miedo es la emoción más antigua y más fuerte de la humanidad”.
H.P Lovecraft
La violencia contra las mujeres en espacios rurales presenta características particulares que la distinguen de la violencia de género en áreas urbanas. La lejanía de los centros de denuncia y la falta de apoyo institucional son factores cruciales que dificultan la búsqueda de justicia y protección por parte de las víctimas. Las distancias geográficas y la escasez de recursos limitan el acceso a servicios esenciales como refugios, asesoría legal y apoyo psicológico, dejando a las mujeres en una situación de aislamiento y desamparo.
En muchas comunidades rurales, este tipo de violencia es una realidad cotidiana que se oculta tras un velo de normalización y aceptación social. Las normas tradicionales de género y las estructuras patriarcales están profundamente arraigadas, perpetuando actitudes y comportamientos que justifican y toleran la violencia contra las mujeres. Esta normalización de la violencia refuerza la cultura del silencio, en la que las víctimas son desalentadas de hablar y buscar ayuda.
El miedo a las represalias y la falta de confianza en las instituciones agravan aún más la situación. Las mujeres rurales a menudo enfrentan la amenaza de ser estigmatizadas o marginadas si denuncian la violencia. El temor a que no les crean y a ser juzgadas por sus vecinos y familiares contribuye a su silencio. Así, la violencia contra ellas no solo es un acto de agresión física, sino también una herramienta de control social.
El año 2021 se implementó de forma piloto en la región de Los Ríos la encuesta “Violencia Intrafamiliar (ENVIF) Rural”, realizada por la Oficina de Estudios y Políticas Agrarias (ODEPA), el Ministerio del Interior y Seguridad Pública, y el Ministerio de la Mujer y la Equidad de Género, con el objetivo de obtener información sobre el fenómeno de la violencia intrafamiliar contra las mujeres rurales. Esta mostró que un 27,6% de las mujeres en zonas rurales sufren violencia física, psicológica y sexual, siendo las mayores de 56 años las más afectadas. Los resultados de esta encuesta también señalaron que solo una de cada tres mujeres quiso responder, lo que da luces del temor asociado a hablar sobre la violencia de género en estos espacios. A pesar de la importancia de continuar con este tipo de estudios, esta herramienta no se ha vuelto a replicar en otros sectores rurales.
El miedo como herramienta de control y dominación en la ruralidad
En el entorno de la mujer rural, el miedo se manifiesta de múltiples maneras. Las amenazas de violencia física, emocional y sexual crean un ambiente donde la supervivencia diaria está teñida por la preocupación y la ansiedad. Marie-France Hirigoyen (1998) argumenta que el miedo se convierte en una herramienta de dominación cuando se utiliza para controlar y manipular a las víctimas, impidiendo su autonomía y capacidad de resistencia.
El miedo no se experimenta solo en la interacción directa con los agresores, sino que también se extiende a las estructuras sociales y comunitarias. Lechner (1998) señala que “el miedo al otro es tanto más fuerte mientras más frágil es el nosotros”. En este caso, el “nosotros” es la comunidad rural que puede ser un apoyo, o no, en casos de violencia de género. Incluso los espacios destinados a ofrecer ayuda, como los retenes de carabineros, pueden convertirse en lugares que generen inseguridad. La percepción de que las instituciones encargadas de la protección y justicia no son accesibles ni confiables agrava esta situación. Las mujeres temen las represalias del agresor, la exposición pública y el juicio social, lo que las lleva a permanecer en silencio. En este sentido, el miedo se convierte en una barrera psicológica insuperable que inhibe a las mujeres de buscar ayuda o denunciar a sus agresores, perpetuando su vulnerabilidad y dependencia.
Las normas tradicionales de género y las expectativas sociales en las comunidades rurales refuerzan la sumisión y el silencio de las mujeres. La dependencia económica y emocional de sus agresores se ve acentuada por la falta de oportunidades laborales y educativas. Además, el miedo a la exposición pública y al juicio social contribuye a la perpetuación de la violencia de género, creando un ciclo vicioso de opresión y silencio.
Subversión del miedo, resistencia y transformación social
La capacidad de las mujeres para subvertir el miedo y convertirlo en una fuerza transformadora ha sido estudiada por varias autoras feministas. Por ejemplo, bell hooks argumenta que la resistencia feminista surge cuando las mujeres se niegan a aceptar el miedo como un destino inevitable y, en cambio, lo utilizan como un impulso para la acción política y social (hooks, 2014).
Como ya se ha expuesto, el miedo, históricamente utilizado como un instrumento de control, ha jugado un papel crucial en la vida de las mujeres rurales. Sin embargo, este miedo puede ser transformado en una poderosa fuerza de resistencia y cambio. Este proceso de transformación del miedo comienza con la toma de conciencia, que no surge de manera espontánea, sino a través de la experiencia compartida y el apoyo mutuo entre mujeres que han enfrentado situaciones similares. La construcción de redes de solidaridad y apoyo se convierte en un elemento esencial para superar el miedo.
En las zonas rurales, estas redes de apoyo pueden tomar diversas formas, desde grupos de encuentro hasta asociaciones que trabajen en conjunto para denunciar la violencia de género y promover cambios en sus comunidades. Se requiere generar espacios que proporcionen un refugio seguro donde las mujeres pueden compartir sus experiencias a la vez que acceder a recursos prácticos como asistencia legal y psicológica, fundamentales para su empoderamiento. A través de estas redes, las mujeres rurales desarrollarían un sentido de agencia y autonomía que les permitiría desafiar el miedo y resistir la opresión. En este proceso, el miedo se convierte en una herramienta de lucha, transformado en indignación y motivación para la acción colectiva.
Para abordar el miedo y fomentar la resiliencia en las mujeres rurales es crucial desarrollar políticas públicas integrales y contextualmente apropiadas. Estas políticas deben considerar las realidades específicas de las barreras adicionales que enfrentan las mujeres en contextos rurales. Una de las estrategias clave es la creación de redes de apoyo comunitario. Las redes de apoyo comunitario pueden incluir grupos de mujeres, organizaciones locales y líderes comunitarias comprometidas con la lucha contra la violencia de género. Esta es una opción que no solo ofrece apoyo práctico, sino que también ayuda a romper el aislamiento y la soledad que a menudo acompañan la violencia de género en la ruralidad. Se necesitan lugares que generen seguridad. Como señala Constanza Jorquera (2018):
| un espacio seguro es la resistencia. Estamos tan acostumbradas a esta violencia multidimensional que necesitamos espacios seguros, pues la cultura de la violación y las prácticas sexistas inhiben nuestra expresión, movilidad y nos mantienen alejadas de los espacios públicos. Es una forma de autocuidado y activismo político, que acoge todas las identidades y promueve la expresión abierta sin reacción violenta, abordando directamente nuestras necesidades específicas.
Además, las redes de apoyo, la educación y la sensibilización son herramientas cruciales para desafiar las normas tradicionales de género y promover una cultura de igualdad y respeto. Programas de educación y participación comunitaria pueden ayudar a cambiar las actitudes y comportamientos que perpetúan la violencia y el estigma. Estos programas pueden incluir talleres, campañas de sensibilización y actividades comunitarias que fomenten el diálogo y la reflexión sobre la igualdad de género y los derechos de las mujeres.
El fortalecimiento de la autoconfianza y la autoeficacia de las mujeres también es fundamental. Esto puede lograrse a través de programas de empoderamiento que proporcionen habilidades y conocimientos para que las mujeres puedan tomar decisiones autónomas y efectivas. El acceso a la educación, la capacitación laboral y el apoyo económico son elementos clave para aumentar la autonomía y la independencia de las mujeres rurales.
No obstante, todas estas estrategias deben ir acompañadas de un acceso efectivo y mejorado a mecanismos de denuncia y justicia. Esto implica no solo la creación de servicios de apoyo accesibles y confiables, sino también la capacitación y sensibilización de las autoridades encargadas de proteger y asistir a las víctimas de violencia de género.
Es evidente que las intervenciones diseñadas desde el Estado para áreas urbanas no se ajustan a las realidades y necesidades de las mujeres rurales, lo que crea una brecha considerable en la protección y apoyo que estas mujeres requieren. Por ello, es fundamental desarrollar enfoques específicos y estrategias integrales que consideren las particularidades de la vida rural y las barreras adicionales que enfrentan las mujeres en estos contextos. Las políticas públicas y los programas deben adaptarse a estas realidades específicas y proporcionar soluciones que sean contextualmente apropiadas.
El miedo puede ser transformado de un obstáculo paralizante en un impulso liberador, promoviendo la resiliencia y la emancipación de las mujeres rurales. La relación entre el miedo y la mujer rural es compleja y multifacética. A través de la organización colectiva, la educación y el apoyo mutuo es posible subvertir el miedo y utilizarlo como un impulso para la lucha por derechos y por la construcción de un futuro más justo y equitativo.
Bibliografía
- Carvajal, C. (2020). Mujeres de Navidad: la lucha por romper la cultura del silencio en el mundo rural. Radio Universidad de Chile. Reproducido en Humanas. Centro Regional de Derechos Humanos y Justicia de Género.
- Hirigoyen, M. (1998). El acoso moral. El maltrato psicológico en la vida cotidiana. Booket.
- hooks, b. (2014). El feminismo para todo el mundo. Editorial Tinta Limón.
- Jorquera, C. (2018). ¿Qué significa un espacio seguro? Identidades, intereses y necesidades. Club de Té por la Sororidad. Lechner, N. (1998). Nuestros miedos. Perfiles Latinoamericanos, 7(13), 179-198.
- Nada sin nosotras. Mujeres rurales, violencia de género y propuesta constitucional.
- Oficina de Estudios y Políticas Agrarias (2024). Estudio sobre las percepciones de violencia contra la mujer en territorios rurales del plan buen vivir: Profundización de hallazgos Piloto Rural ENVIF-VCM 2021
- Pávez, P. (2024, marzo 25). La urgencia de la Ley Integral para proteger a las mujeres rurales. La Neta. Un medio digital de Corporación Humanas.
- S/A (2022). Ante aumento de violencia intrafamiliar en zonas rurales solicitan urgente a Sernameg fondos destinados para creación de Centros de la Mujer. Periódico digital Resumen