Escribir sobre las memorias de las mujeres acerca del pasado reciente de Chile es una tarea en construcción.1 A casi 47 años del Golpe de Estado todavía se ha escrito e investigado poco sobre experiencias como las que visibiliza este libro, acontecidas en el Estadio Nacional, principal campo deportivo del país, usado como centro de detención y tortura los primeros meses de la dictadura cívico militar de Pinochet (1973-1990).
Las imágenes, los relatos y los testimonios respecto del paso por este recinto son escasos frente a la gran cantidad de personas allí recluidas y tratan mayormente sobre las experiencias de prisioneros políticos quienes, por la organización dentro del recinto, casi no tuvieron contacto cotidiano con las mujeres que estuvieron ahí recluidas.2
Visibilizar las memorias de prisioneras políticas en este campo deportivo tiene por objetivo contribuir a la construcción de una historia que pone el foco en las experiencias de resistencia de las mujeres, entendidas como un sujeto colectivo que siempre ha formado parte activa de nuestra historia como sociedad y país. Además de ello, queremos poner a disposición de las mujeres que protagonizan las historias que publicamos en el último capítulo, un espacio de acogida y reconocimiento que contrasta con la falta de justicia y el desconocimiento que las jóvenes generaciones tienen sobre ello.
La manera en que presentamos en este libro las trayectorias de vida de las siete mujeres que se abrieron a rememorar estas vivencias y narrarlas, responde a que entendemos la prisión como un momento en la biografía de las mujeres; momento que pudieron sobrellevar, como veremos, de formas diversas. Ello nos da la posibilidad de no caer en la victimización que relega a quienes vivieron prisión y tortura, particularmente las mujeres, solo al sufrimiento, sin poner atención en las resistencias que hicieron posible levantarse y seguir adelante pese a los episodios vividos.
Las historias de quienes accedieron a ser entrevistadas tienen momentos de mucho dolor, sin embargo, también muestran que las mujeres generaron estrategias individuales y colectivas que les permitieron sobrellevarlo, pudiendo avanzar con sus vidas una vez que salieron de la prisión.
Ello refuerza la idea de que los avances que hemos logrado las mujeres en base a nuestras acciones colectivas tienen sus orígenes en aquellas que nos antecedieron y, a su vez, en quienes las antecedieron a ellas. Esto refuerza la importancia que tiene visibilizar las maneras en que colectivamente las mujeres resistieron la dictadura y especialmente conocer cómo lo hicieron en el contexto de la prisión política.
Queremos agradecer a todas quienes generosamente aceptaron compartir sus vidas para dar carne a este proyecto, a pesar de lo complejo que fue para algunas comenzar a hablar sobre este periodo: Oriana Aravena Aguirre, María Garreaud Muñoz, Ximena George-Nascimento Lara, Silvia Leiva Gómez, Lucía Neira Rivas, Cecilia Riveros De la Maza. Y, de modo especial, a Nuria Núñez Rius, fundadora y actual Presidenta del Directorio del Instituto de la Mujer, de quien nació la primera idea de investigar y escribir sobre las mujeres prisioneras del Estadio Nacional, y tuvo la disposición de contar su historia y abrir la red de contactos con la que comenzamos esta búsqueda de testimoniantes.
Desde un comienzo nos interesó recopilar las experiencias de mujeres que, teniendo en común el haber estado detenidas en el Estadio Nacional, respondieran a características y condiciones diversas: haber tenido o no militancia partidaria, haber pertenecido a distintas orgánicas, o provenir de experiencias y orígenes sociales diferentes.
El objetivo era mostrar las subjetividades y particularidades de estas memorias atravesadas también por otras identidades; respetando la manera en que los mismos hechos y acontecimientos se elaboran desde el presente de formas múltiples.
La investigación consistió en una primera etapa de revisión documental acerca de la reclusión en el Estadio Nacional y el contexto represivo, observando con mayor atención las formas de violencia ejercida específicamente contra las mujeres. En un segundo momento realizamos entrevistas a las exprisioneras, utilizando una pauta de preguntas que sirvió de guía y abarcó no sólo el periodo de la reclusión, sino que también buscó indagar en quiénes eran, qué hacían antes y después de la prisión, cómo se organizaron durante sus detenciones, qué lazos y vínculos se forjaron e incluso cuáles fueron los momentos en que pudieron resistir y reír.
Las entrevistas contaron con consentimientos informados y las testimoniantes pudieron leer y aprobar sus palabras, respetando la confidencialidad de aquello que no quisieron hacer público. También nos entregaron documentos personales que contribuyen con la reconstrucción de sus biografías, que están disponibles en la página web que complementa este libro3. Allí, las fotografías y documentos configuran una línea de tiempo en que las experiencias particulares se asocian a la historia colectiva reciente del país.
Para algunas de las entrevistadas fue tarea compleja. Varias mujeres contactadas no aceptaron ser entrevistadas o se arrepintieron luego de una primera instancia de conversación, mientras que algunas de las participantes por primera vez narraban esta experiencia. En varios de los relatos se evidencia que hubo momentos en que quisieron contar, pero que no encontraron escucha, ni siquiera entre las personas más cercanas.
Lo anterior ilustra la necesidad de seguir avanzando en la labor de registrar estas memorias, venciendo los obstáculos de quienes no se atreven a contar lo vivido para no provocar sufrimiento en otros, así como de quienes no han estado disponibles para oír, manteniendo un manto de estigma y silencio sobre la violencia represiva.
Hablar y recordar al hacerlo implicó juntarnos más de una vez para completar la tarea. Narrar y volver a mirar la propia historia escrita en papel tras la transcripción de las entrevistas y luego convertida en relato, produjo emociones fuertes en las testimoniantes. Y es que retomar el hilo de lo vivido –censurado sobre todo por un medio que ha esquivado escuchar–, abrió la llave de las palabras. Estas se vaciaron torrentosas, como si hubiesen estado contenidas, y dispuestas, de pronto, a estallar.
Una vez comenzadas las entrevistas, observamos que la mayoría de las testimoniantes compartía un segundo momento de detención, en la Cárcel Correccional de Mujeres El Buen Pastor de Santiago, lugar al que fueron derivadas tras el cierre del Estadio como centro de detención, en noviembre de 1973. En la Casa Correccional de Mujeres, “la Corre”, la detención cobró un carácter más permanente, permitiendo la generación de vínculos que hicieron posible resistir la reclusión y la incertidumbre de lo que podría acontecer con sus vidas.
Las historias narradas nos mostraron que, además, del sexo género, la procedencia social también fue una dimensión de peso en la experiencia vivida y en la elaboración de esta. Rescatamos explícitamente este aspecto, en tanto problematiza la noción de ese todo homogéneo que, constantemente, oculta diferencias y desigualdades que nos distinguen a las mujeres y que, a la vez, nos constituye como colectividad.
Los cursos que tomaron sus vidas tras las detenciones son tan diversos como las testimoniantes mismas. Ninguna historia se recuerda exactamente igual a la otra. Las elaboraciones a posteriori han dependido de los pasos que siguieron dando, así como de los nuevos avatares que han sacudido sus existencias. Algunas que eran militantes dejaron sus participaciones políticas, mientras otras las mantuvieron. Hay quienes se han movilizado por nuevas adscripciones y proyectos personales y sociales. Para unas el temor a hablar se mantiene –y como ya señalamos, varias se negaron al ser invitadas a este proyecto–, para otras esta investigación les permitió armar los retazos de las anécdotas que a veces, en las comidas familiares, pocos quieren escuchar, transformándolos en un relato más completo. En varios casos, la escritura ha sido un camino para reelaborar este y otros momentos complejos de la vida, y una terapia creativa que les ha permitido salir de lo traumático, poniendo en palabras lo vivido.
Más allá de estas diferencias, las siete entrevistadas coincidieron en poner sus historias personales como parte de este enjambre de narrativas colectivas que, por cierto, hacen parte de la historia de un país y una región. En este proceso, los estallidos y los susurros también nos tocaron a nosotras, las investigadorasescucha, transformándonos.
La significancia histórica de estos relatos personales radica en que la singularidad de cada experiencia puede representar, a la vez, una vivencia universal, compartida por diversos grupos sociales en distintos lugares y contextos de prisión política.
Reconstruir memorias de mujeres implica también develar formas y mecanismos específicos de represión, así como las estrategias emprendidas para enfrentar y resistir castigos que tuvieron especificidades de género.
En este sentido, las historias aquí relatadas confirman que lo vivido por estas mujeres tiene particularidades, y que conocerlas y hacerlas públicas, amplía el abanico de lo que ha sido nuestro pasado y, por cierto, de cómo podría ser nuestro futuro. Estas peculiaridades no refieren únicamente en el modo en que ellas vivieron la violencia y las características de esta hacia ellas –por ejemplo, la violencia genérico sexual–, sino también en los mecanismos urdidos personal y colectivamente para sobrellevar estos momentos y volver a ponerse de pie. Aquello que les permitió en la actualidad, casi 47 años después, relatar los sucesos que se mantenían en paréntesis, o socializados sólo entre quienes habían sido parte de ellos.
El libro, en su primera parte, ofrece una discusión teórica respecto del testimonio y la perspectiva de género como métodos para acceder a los relatos acerca del terrorismo de Estado en la historia reciente del país. Tras eso, en el segundo capítulo, la autora reconstruye el contexto histórico de la dictadura pinochetista, ahondando en las manifestaciones de la represión desde el Estado y en cómo esta tocó las vidas de las mujeres, con especial atención a la experiencia en los centros de detención que aborda este libro. Finalmente, en el tercer capítulo se presentan los relatos de las siete entrevistadas que fueron elaborados en base a las entrevistas realizadas. En cada uno se procuró mantener el ritmo, la fuerza y el carácter personal que la entrevistada le imprimió a la narración de sus memorias.
Estos relatos son un regalo principalmente para las nuevas generaciones que pueden oír las voces de las protagonistas del periodo que rememoramos, acercándose al pasado reciente a través de las vivencias cotidianas de estas mujeres que quisieron hacer públicos sus relatos como un acto personal de reelaboración y liberación, y también como acto político.
Estas guardianas de la memoria abrieron las puertas para compartirlas con la sociedad, especialmente con las nuevas generaciones. Y es que las memorias personales adquieren un sentido político cuando las ofrendamos al colectivo para hacer, desde ahí, preguntas en torno a los pasados con miras a los presentes y futuros que deseamos.
Notas
1. Los trabajos que desde el enfoque histórico relatan experiencias de organización y resistencia han posibilitado que las mujeres entremos en la historia escrita, no obstante, se pueden identificar principalmente adscritos al periodo de las primeras luchas y organizaciones femeninas.
2. Ciertamente, estos relatos personales, en su mayoría escritos en primera persona, han sido útiles para el proceso de reconstrucción histórica de esa experiencia y de esta investigación.
3. www.insmujer.cl/camarinesdemujeres
*Este texto corresponde a la Introducción del libro Camarines de mujeres. Memoria de prisioneras políticas de Estadio Nacional (Cuarto Propio, 2019). Puedes acceder al libro en la Biblioteca del Portal Socialista ( https://www.portalsocialista.cl/biblioteca/camarines-de-mujeres/ )
*Fotografía del Ministerio de las Culturales, las Artes y el Patrimonio