Portal Socialista / Entrevista a Alberto Zerega: “La Dirección Clandestina legó un ejemplo de dignidad y valor”
En la historia del socialismo chileno los nombres de Víctor y Alberto Zerega siempre han estado muy presentes. Víctor, miembro de la Primera Dirección Clandestina del Partido Socialista de Chile en dictadura, no sobrevivió. Alberto, dirigente intermedio para el golpe, sí lo hizo y ha sido un gran constructor de la memoria y de la búsqueda de verdad y justicia.
Conversamos con Alberto, quien actualmente milita en el PS, en la comuna de Casablanca, en el marco de la conmemoración de los 50 años de la detención y desaparición de la Primera Dirección Clandestina. Compartimos aquí parte de su relato de primera mano sobre ese tiempo y su reflexión sobre el legado de la Primera Dirección Clandestina del Partido Socialista de Chile.
Consumado el golpe, Víctor integra la Comisión Política de la Primera Dirección Clandestina
El 11 de septiembre, Víctor estaba en el departamento de su amigo, y en ese entonces ministro de Agricultura, Rolando Calderón Aránguiz, en calle Agustinas, a pasos de La Moneda. La compañera de Rolando, Ana María Leyton, y su madre, me contaron cómo fue esa madrugada del 11. La madre de Ana María cuenta que esa noche se tuvieron que quedar en el departamento con su esposo y por ello Víctor no tuvo otra alternativa que dormir en el suelo. Al otro día, Víctor sale con Ana María y ahí cada uno toma su rumbo. Víctor hacia un lugar previamente convenido en una empresa de la zona de Cerrillos.
Víctor, en ese momento, era el encargado nacional del Departamento Nacional Sindical (DENAS) del Partido Socialista y había sido elegido miembro suplente del Comité Central en el Congreso de La Serena en 1971. Consumado el golpe, Víctor integra la Comisión Política de la Primera Dirección Clandestina, que encabezó el compañero Exequiel Ponce Vicencio, junto a Carlos Lorca Tobar, Ricardo Lagos Salinas, Gustavo Ruz Zañartu, Ariel Mancilla Ramírez y Arnoldo Camú Veloso. En su Comité Central participan, además, aquellos camaradas que se mantenían en Chile, como Luis Urtubia Henríquez y Fidelia Herrera, entre otros.
“A esperar las armas”
Mi corta vida política pregolpe fue intensa: en 1969, a los 14 años, ingresé a la Juventud Socialista (JS) como jefe de Núcleo y fundé la JS en el Internado Barros Arana (INBA); a los 15 años, en 1971, soy electo presidente del Centro de Alumnos del INBA y ese mismo año asumí la jefatura de la JS de la Tercera comuna. En 1973, a mis 18 años iba a ser jefe de la JS del Regional Centro, pero finalmente no ocurrió. Así que al momento del golpe era un militante de base.
Para el 11 de septiembre del 73, yo vivía en República 550, pensionado de la Escuela de Economía de la Universidad de Chile, ya que era estudiante de la Facultad. La Escuela quedaba frente al pensionado. Ese día estuvimos en el patio de la Escuela escuchando las noticias y, luego, previo al medio día, me desplacé a la empresa Mellafe y Salas desde donde, en un vehículo del interventor, fuimos hacia el centro de la ciudad. No teníamos un plan definido ni un quehacer concreto. Desde el local del Partido de calle San Martín 142, trasladamos a un camarada que había sacado documentación para quemarla.
Ya entrada la tarde, antes del toque de queda, y sin saber qué hacer, me dirigí junto a otros dos compañeros socialistas a una empresa llamada, según recuerdo, Coresa, que quedaba a un costado del Club Hípico y que hacía refrigeradores, a “esperar las armas” que siempre se prometieron. En el lugar estaban todos los trabajadores esperando lo mismo. Era la clase obrera que quería defender su gobierno.
En la empresa Coresa estuve dos noches, para luego salir hacia un departamento que nos facilitó un trabajador, donde estuvimos viviendo no más de una semana. Terminada nuestra estadía en el departamento salimos sin rumbo hacia las cercanías de nuestro pensionado y Escuela, donde nos enteramos de los allanamientos a nuestra morada. Ingresé al pensionado para quemar documentos y libros.
Nuestra despedida
En noviembre del 73 decidimos con Víctor vivir en una Pensión ubicada en calle Concha y Toro N° 32. Víctor arrienda una pieza independiente y yo una compartida con dos personas que no conocía, pero con los cuales siempre existió una suerte de complicidad.
Recuerdo que, para relajarnos un poco, fui con mi hermano, el 31 de diciembre de 1973, a la playa El Canelillo y nos comimos, a la orilla del mar, en las rocas, unas deliciosas almejas a la ostra. Fue nuestro último Año Nuevo juntos y un necesario paréntesis en el contexto de un futuro incierto, con nuestro padre preso en Pisagua, y nuestra madre y hermanas haciendo esfuerzos por su liberación. No lo sabíamos, pero esa fue nuestra despedida.
A mis 12 o 13 años, Víctor me regala el primer long-play de Quilapayún
Víctor fue mi referente natural: el hermano mayor. Nació el 13 de agosto de 1947, mis otras dos hermanas en 1948 y 1949. Yo fui “no programado” y nací el 16 de agosto de 1954. Era 7 años menor que Víctor. Él termina sus estudios secundarios en Iquique, en 1964, y se viene a Santiago a estudiar a la Facultad de Economía de la Universidad de Chile a la edad de 17 años. Cuando él se viene a estudiar a Santiago yo solo tenía 10 años.
A mis 12 o 13 años, Víctor me regala el primer long-play de Quilapayún y el libro “El asalto al cuartel Moncada”. En 1969, a mis 14 años, decido venirme a Santiago a estudiar al INBA. Víctor fue algo así como mi apoderado y el Pensionado en que él vivía era el lugar que tenía para quedarme los fines de semana.
Recién llegando a Santiago me llevó a clases de educación política en la JS, en las que tuve de profesores a Gustavo Ruz, al compañero Cerda y otros destacados jóvenes de la época.
Víctor era un gran lector. Su tiempo libre era para leer y estudiar. Llegó al grado de bachiller en Economía en la Universidad de Chile y dejó sus estudios para dedicarse de lleno al trabajo político. Señalan algunos testigos de la época que es el autor de la parte económica del “Documento de marzo”. Pero, no solo era estudio. Sus compañeras y compañeros contemporáneos de vida y lucha le recuerdan por su trabajo en terreno con los sindicatos, sacando boletines y formando dirigentes, siendo artífice en la formación de los cordones industriales. Y lo recuerdan por su entrega y solidaridad. Por ejemplo, condujo la lucha reivindicatoria para que también las compañeras tuvieran su Pensionado, lo que se logró.
El 23 de junio de 1974 detienen a Víctor y aparece su cuerpo asesinado el 2 de julio. Un año antes de que cayeran Ponce, Lorca y Lagos Salinas. A Víctor las torturas no lo doblegaron. Nadie de sus compañeros de Dirección cayó después de él.
El paso a la clandestinidad
El paso a la clandestinidad fue abrupto. No nos preparamos para ello, salvo pequeñas enseñanzas de manuales, entre otros, de los Tupamaros, que nos llevaban ventaja en esas lides. Inmediatamente después del golpe se trataba de resolver lo mínimo, cómo y dónde vivir, canalizar información y apoyar a quienes requerían con urgencia tener un mayor resguardo o asilo.
Había que recontactarse con quienes habíamos trabajado y nos conocíamos con anterioridad. Todo el esfuerzo era para generar pequeñas condiciones de infraestructura para operar y colaborar en la reconstrucción del tejido partidario.
En lo personal, el paso a una nueva forma de vida, más allá del trabajo partidario clandestino, me significó resolver el cómo y de qué vivir. Para el 11 yo tenía 19 años, era de Iquique y cursaba segundo año de la Universidad. A esa fecha tenía una mesada de mi padre que era un comerciante al cual le iba bien, pero la mesada terminó junto con el golpe. Por razones oscuras nuestro padre es llamado en Iquique por el diario, en su primera plana, como una de las 6 o 7 personas más buscadas y peligrosas que debían presentarse ante la “autoridad”. Mi padre no era político y, como estaba en Santiago de compras para su negocio, volvió a Iquique y fue inmediatamente detenido, relegado a Pisagua por 6 meses y 2 años relegado a Arica. Quedé, por lo tanto, sin sustento para vivir, que era lo de menos, al lado de lo que tuvo que vivir mi padre –simulacro de fusilamiento de por medio–, mi madre y mi familia.
El paso a la clandestinidad tiene varias etapas. En un inicio fue un proceso netamente internista, orgánico, de supervivencia, de reconstrucción de un mínimo tejido orgánico.
En el caso de nosotros, los socialistas, tempranamente se dieron a la reflexión nuestros lúcidos dirigentes de la Primera Dirección Clandestina, que este 25 de junio de 2025 cumple 50 años de su completa desaparición y asesinato. De ahí nace el llamado “Documento de Marzo”, que hace un crudo diagnóstico de la derrota y de la responsabilidad del partido y la conducción del proceso en ello, así como traza una línea estratégica de acumulación de fuerzas y de amplia unidad que incluye incluso como aliados a quienes habían otorgado apoyo político a una salida golpista pocos meses antes.
Y todo esto en medio de la disputa, absurda pero real, de legitimidad de la representación del Partido Socialista en Chile. Inmediatamente después del golpe, más allá del trabajo interno, la nueva Dirección se esfuerza por rearticular también a las fuerzas de la otrora Unidad Popular, para lo cual se realizan diversas reuniones y acuerdos.
En medio de noticias de todo Chile, de detenciones y fusilamientos, torturas y asedios a nuestra organización y a los partidos PC y MIR, el PS de Chile logra mantener una dirección, una cabeza pensante que ha logrado rearticularse, que da lineamientos, con grandes dificultades económicas y de seguridad, pero manteniendo la vigencia y autoridad del partido.
Usaba el nombre político de Santiago
Como contaba anteriormente, por razones fortuitas y familiares, siendo un simple militante para el 11 pronto tuve que asumir – por el sistema de la “cooptación” que teníamos que usar para completar las direcciones que iban cayendo- como dirigente en el Regional Centro, pero, además, por mi relación con Víctor, fui en los hechos parte de la infraestructura que él usó para sus funciones de Dirección.
Mi casa de Lynch Norte 320, Víctor la usó para reuniones con aliados y otros miembros de la Primera Dirección Clandestina. Me consta al menos que Ricardo Lagos Salinas y Ariel Mancilla eran asiduos de la casa, a la cual sabían llegar por su cuenta, no requerían ser trasladados. Al menos en un caso me pidió acompañarlo a buscar a una persona respecto de la cual tomó el resguardo de que no mirara por donde lo llevábamos. Lo trasladamos en mi citroneta.
Mi apoyo logístico a Víctor fue tácito, natural. No fui parte formal de ningún equipo, como fue el caso de mi amigo Alejandro Parada, hoy detenido desaparecido, pero, sumado a mis funciones de dirigente regional -que Víctor no las conocía, ni él tampoco me contaba qué responsabilidad tenía ni qué hacía- le apoyaba en lo que me pedía. Recuerdo una oportunidad en que me fue a buscar para que lo trasladara. Víctor venía medio cojeando. Me llevó a recorrer Santiago. Lo hice en una moto Vespa que tenía. Meses después supe que se había salvado de que lo detuvieran junto al “Pollo” Ruz y, seguramente, necesitaba avisar a toda la gente que podría correr peligro.
Es por el uso de esa infraestructura de calle Lynch que, en busca de Víctor (que usaba el nombre político de Santiago) nos allanan y detienen en esa casa. ¿Cómo se llegó a esa casa? ¿Quién la delató? Hasta la fecha no tengo la certeza, pero sí la hipótesis de que fue la misma persona que entregó a Víctor en un punto el día domingo 23 de junio. Pero esa es otra historia que en otra oportunidad contaremos.
Mantuvieron vivas las banderas de la dignidad y del socialismo
¿Qué habría pasado con el PS si nadie asume su dirección y se produce una total dispersión?
El presidente Allende cuando se despide de su pueblo dice que el pueblo no debe sacrificarse, pero tampoco dejarse avasallar. Los responsables de la conducción política del proceso de la Unidad Popular y, en particular, el Partido del presidente, muerto en combate, no podía hacer menos. El PS debe hoy su vigencia y respeto por el pueblo porque hubo una generación de jóvenes y viejos militantes revolucionarios que con su ejemplo mantuvieron vivas las banderas de la dignidad y del socialismo. No quedamos ante la historia como un partido de cobardes y traidores, sino todo lo contrario. A veces pienso, eso sí, que ya se ha “girado” mucho contra el inmenso “crédito” que nos legaron la generación de Allende y Exequiel, de Arnoldo y Carlos, de Víctor, Ariel, Ricardo y Gustavo.
Nuestro partido nunca fue un ejemplo de organización ni de disciplina, pero sí siempre estuvo disponible para la noble causa del socialismo. Con preocupación he observado cómo se intenta alejar a nuestro partido de su matriz de pensamiento, aquella que se ubica claramente en la izquierda, en la unidad de esta para liderar la más amplia unidad de todo el progresismo, para generar las condiciones materiales y subjetivas, institucionales y legales, que nos permitan sentar las bases de una sociedad que supere la actual forma de organización económica y social y que, con dignidad y soberanía, se encamine hacia un nuevo modelo de desarrollo.
La Dirección que encabezó Exequiel Ponce nos legó un ejemplo de dignidad y valor, uno de los elementos fundamentales de nuestra vigencia. Esta Dirección, nos legó además el ejemplo de que, aún en las peores condiciones de represión y seguridad, es posible mantener la organización y conducción política.
Y, finalmente, nos aportó un diagnóstico y una estrategia que, hasta hoy, en sus elementos fundamentales, orienta nuestra política de alianzas y nuestra concepción de socialismo. Recuperar plenamente estas enseñanzas es tarea de los que aún nos mantenemos en esta orgánica socialista, que aspiramos a que esta sea parte de la construcción de una vanguardia o dirección política nacional, que oriente a nuestro pueblo a ese socialismo que aspiró el presidente Allende, construido a partir de la realidad que vivimos, en democracia y libertad.

El mejor homenaje: no doblegarnos
Nuestro país ya no es el mismo. No es lo que fue, en lo político, social, cultural, organizacional, en aquellos años. No obstante, algunas enseñanzas o verdades podemos extraer de lo ocurrido en ese tiempo.
El primer aprendizaje es que los enemigos del cambio, liderados por quienes defienden sus intereses, no trepidan ni trepidarán en realizar acciones necesarias para impedir que se afecten dichos intereses. Sabemos de lo que son capaces de hacer por defender sus intereses de clases, y debemos organizarnos en consecuencia.
Lo segundo es que cuando se analiza el quehacer nacional y los cambios posibles, la “contabilidad” de la correlación de fuerzas debe considerar los aspectos de la realidad internacional y sus tendencias. No será posible nunca construir el socialismo en un solo país y ello hay que tenerlo presente en nuestra estrategia y política de alianzas.
Comparando los tiempos del 60 y 70 con el Chile de hoy, el vínculo de las organizaciones políticas de izquierda y nuestro pueblo es totalmente distinto. Los naturales nexos que existieron antes, y el inmenso grado de organización y conciencia que logró alcanzar nuestro pueblo no tiene nada que ver con la situación actual. Entre otras razones, por ello el golpe fue tan cruento, se trataba de destruir lo que se había construido a lo largo de décadas. Difícil la tarea a resolver. Porque, culturalmente, de momento, nos están ganando la batalla.
Hoy no están las herramientas de organización social, ni los partidos y militantes con voluntad para una transformación como la que se soñó y se intentó en ese tiempo. A esa tarea debemos convocarnos y abocarnos todos. Finalmente, si hacemos la pega, sin dejar de lado ningún medio ni forma de lucha –excepto la violencia– podremos avanzar en mayor conciencia y compromiso. Si todos contamos, difundimos y escribimos lo vivido, por ejemplo, estaremos haciendo un aporte importante a la reconstrucción de esa fuerza y de esa conciencia histórica.
La distorsión de las mentes hoy, vía algoritmos y fakes, así como la dominación absoluta de los medios de comunicación en manos de intereses económicos e ideológicos del gran capital, hacen más difícil nuestra tarea, pero no olvidemos que nunca fue fácil. Parte de la lucha es comprender bien las nuevas formas de nuestra sociedad.
Por la memoria de esos compañeros y esas compañeras que cayeron, y ante las muchas necesidades que nuestros compatriotas requieren resolver hoy, no podemos doblegarnos. Creo que ese es el mejor homenaje de los socialistas chilenos a esos compañeros y a esas compañeras, en el cincuentenario de la detención y desaparición de la Primera Dirección Clandestina del Partido Socialista de Chile.