Boris Yopo H.
Hace un par de años atrás, comenzó a instalarse en el debate académico y político, un nuevo concepto que ha tenido un alto impacto en el mundo de las relaciones internacionales: el No Alineamiento Activo (NAA). Originado en debates del Foro Permanente de Política Exterior (entidad que congrega a excancilleres, embajadores, parlamentarios y expertos en relaciones internacionales del mundo progresista) sus principales impulsores han sido tres destacadas figuras del mundo intelectual internacional, Carlos Ominami, Jorge Heine, y Carlos Fortín, quiénes han publicado un libro sobre la materia.
La idea central detrás del NAA es que estamos entrando a una nueva era de rivalidad global entre grandes potencias, principalmente entre Estados Unidos y China, y que ello representa una disyuntiva para países pequeños y medianos del Sur que son crecientemente “succionados” para tomar parte o para aceptar lineamientos cuyas dinámicas no responden muchas veces a los principios e intereses que estos países tienen en el desarrollo de sus propias políticas exteriores.
El NAA supone, entonces, que no hay una adhesión automática a las políticas de las grandes potencias, y que un país buscará alianzas y redes para resguardar sus principios e intereses, los cuales podrán converger en algunas ocasiones, y en otras no, con las políticas de grandes actores que hoy inciden de manera gravitante en el actual escenario internacional. Un buen ejemplo de ello ha sido la política del gobierno del presidente Boric frente a las crisis de Ucrania e Israel-Palestina (aunque en el discurso oficial no se use explícitamente el concepto de NAA, como tal).
En el primer caso, la postura de Chile es más convergente con la del mundo occidental que apoya a Ucrania, por tratarse de una agresión que viola la integridad y soberanía territorial de este país, mientras que en el conflicto Israel-Palestina, si bien el gobierno ha repudiado los actos de Hamás del pasado 7 de Octubre, al mismo tiempo ha denunciado y confrontado directamente a las autoridades de Israel por los graves crímenes y violaciones al derecho humanitario que allí cometen las fuerzas militares de este país, algo que Estados Unidos y buena parte de Europa se han rehusado a hacer. En ambos casos, entonces, hay una decisión de tener una voz propia que no está alineada con lo que allí hacen grandes potencias como Rusia, China, Estados Unidos, o la Unión Europea.
El único alineamiento del NAA, valga la redundancia, es con los principios e intereses que guían nuestra nuestra política exterior y esto nos puede ubicar en lugares distintos del tablero geoestratégico global, según sea el caso analizado en cuestión. Pero para tener mayor capacidad de maniobra en un mundo donde predominan grandes asimetrías de poder, el NAA tiene como prerrequisito concertarse con otros países, sobre todo del Sur Global, con los cuales se comparten agendas comunes en materias específicas. En el pasado, a esto se le llamó “cooperación Sur-Sur”, pero va a depender de las temáticas e intereses envueltos, qué tipo de alianzas se promueven en la consecución de diversos objetivos compartidos.
¿Qué tienen en común o distinto, el nuevo NAA y el antiguo Movimiento de Países No Alineados? . Primero, este último se creó en otra época, la del período de la descolonización y la Guerra Fría, y por tanto la agenda internacional era distinta a la de hoy. Sin embargo, está la continuidad de una historia, de no querer forma parte de bloques militares de las grandes potencias y el asumir que los países del Sur tienen intereses muchas veces divergentes con las grandes potencias que deciden los destinos del mundo contemporáneo, lo que supone, entonces, buscar levantar una voz alternativa frente a los grandes temas de la actual agenda global.
Por otra parte, como ya se ha dicho en diversos escritos sobre el NAA, este no se define como neutral ni equidistante, sino que supone una “toma de posición activa” frente a los principales debates el mundo actual, lo que circunstancialmente nos puede ubicar más cerca o lejos de determinadas potencias y países, dependiendo de la materia en cuestión, como ya lo vimos en el ejemplo de Ucrania e Israel. En el pasado, hubo actores en el movimiento no alineado que privilegiaban esa opción de neutralidad y equidistancia, algo que el actual NAA ha explícitamente superado en su definición doctrinaria.
Chile hasta el golpe militar de 1973 era un miembro activo de los No Alineados, participación que se vio suspendida a raíz de esta tragedia que vivió el país. Pero nuestra presencia allí encontraba su fundamento en principios centrales de nuestra política exterior que siguen estando tan o más vigentes hoy que ayer: la centralidad de nuestra condición latinoamericana; el respeto irrestricto al derecho internacional; la solución pacífica de las controversias; la intangibilidad de los Tratados, privilegiar el multilateralismo en el tratamiento de los grandes temas globales; y, más recientemente, la defensa de la democracia y la promoción global de los derechos humanos.
Vivimos, hoy, en un mundo de grandes incertidumbres y desafíos, donde las reglas que definen el relacionamiento entre países se violan crecientemente o se practican como “menú a la carta” por las grandes potencias. En este contexto, la posibilidad de reafirmar los principios señalados y nuestros intereses encuentra una base de sustentación conceptual y práctica importante en la doctrina del NAA, una matriz de pensamiento aún en construcción, pero que sin duda es una opción que responde a las mejores tradiciones de lo que ha sido históricamente nuestra política exterior en democracia.